julio 17, 2009

La Audiencia

El cine tiene cientos de personas trabajando en su producción. De manera directa e indirecta también. Sin embargo no podría existir, ni tendría razón de ser y existir sin esa personita que paga por estar en ese lugar lleno de butacas, frente a la enorme pantalla en blanco, rodeada de bocinas estratégicamente colocadas para lograr una experiencia inigualabla dentro del antigüo arte de la narración. El Templo del Cinematógrafo no podría existir sin las audiencias.

Sí, se puede tener un gusto por IR al cine, que no es lo mismo que el gusto por EL cine. Es decir, que hay de hecho un perfil -social- para ser un espectador. El miércoles pasado me encontré de repente en una sala de cine rodeado de repente de un mal público ¿existe un mal público? Sí. Es esa personita que no puede quedarse callada mientras se desarrolla el filme, es ese individuo que tiene la necesidad de estar narrando lo que está viendo, es esa persona que se ríe en las partes dramáticas, es esa personita que no está prestando atención al desarrollo de los eventos narrativos. Efectivamente, el cine podrá distraerte mucho a tus niños para quitártelos de encima y podrá ayudarte a matar un par de horas, pero como toda expresión comunicológica, y artística, tiene una interpretación. Los códigos que usa el cine son concretos, variados de acuerdo a la producción, y aun si sujetos a interpretación, plenamente establecidos. Esto no significa que todos debamos ser críticos de cine y que debemos recordar los nombres de todos los directores y actores, que tengamos que entrar a la sala preparados para analizar la fotografía y revisar que el Gaffer haya hecho su trabajo... de hecho creo de corazón que el cine está para divertir. Sin embargo, todo el trabajo que hay detrás de su producción debe ser respetado, y la gente que está a tu alrededor en la sala, también. Sí creo que debe haber un grado de interpretación si bien no basado en algún modelo teórico o crítico, pero tampoco puedes entrar a la sala y no prestar la mínima atención, misma que se refleja en esas constantes pláticas entre personas del público y los niños que se levantan del asiento a cada momento, así como en lo burdo de hacer un comentario o pregunta sin bajar la voz. Cuántas veces entré a una sala pare encontrarme con un grupo de adolescentes que entraron sólo a hacer chistes a expensas del filme y pasan las dos horas riendo (como en el Mystery Science Theater 3000, gran película). Entrar al cine implica respetar el silencio de la sala, respetar el desarrollo del filme y por supuesto respetar el trabajo de toda la gente involucrada en la producción. Podrá ser una afición sencilla, para divertirse cada fin de semana, para ver a los cuates los miércoles, para ir a echar novio, y sabrá Dios cuántas cosas más... sin embargo la esencia del cine es ir a que nos cuenten una historia. Luego entonces, hay que poner el mínimo trabajo mental para entenderla y así lograr el entretenimiento, que de igual manera yo obtengo aun si normalmente estoy analizando cada aspecto de la producción. Así que hay que saber ser público, hay que respetar al mismo, y entender que lo único que pide de nosotros es atención. Lo demás, cada quien se lo pone de acuerdo a sus gustos.
Me encanta ir al cine, y además me encanta el cine, en cualquiera de sus modalidades, ser buen espectador implica primero educación, respeto, civilidad y sobre todo prudencia de saber dónde estamos para llevar a cabo las mínimas normas de comportamiento. Nuestra sociedad pide a gritos prudencia, las calles están llenas de imprudentes que luego entran a la sala cinematográfica y es el lugar donde muchos buscamos esos momentos de emancipación de la actual sociedad y su falta de códigos de convivencia social.

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