mayo 26, 2020

Porque, COVID and then you change.


En algún momento de Marzo la vida de todos cambió. Para algunos despacito, para otros de golpe y porrazo. Suspendemos clases presenciales, órale, a trabajar todo de forma electrónica. Para algunos de nosotros este cambio no se dio tan abrupto porque ya trabajábamos en plataformas y aplicaciones. Y he elegido la vida análoga hasta donde he podido por elección propia y personal, al grado de tener una micro-cruzada en contra de la animación por computadora para el cine animado y la televisión, prefiriendo la caricatura dibujada.
Hay docenas de plataformas. Con cada taller y webinar, con cada consejo técnico -virtual- salen nuevas y -según- mejores formas de trabajar eléctricamente. Yo pasé de ser el profe que usaba nueve de cada diez veces el pizarrón, con ayuda de sus fieles marcadores de colores, a ser el profe de grabar podcast y videos, de hacer formularios cada vez más interactivos en el google forms. He usado diversas herramientas para literalmente variarle al asunto. Pero al final del día, estas hermosas herramientas (no es con tono irónico, en serio) servirán sólo para enriquecer el trato directo que tenemos con los estudiantes, eso es lo único que nos hace falta.
Ya nos actualizamos, ya estamos semana con semana buscando diferentes formas de trabajar y no sólo de cumplir y completar la planeación, más importante, que los estudiantes de verdad desarrollen esos conocimientos y habilidades que se supone tienen que adquirir en su diario ir a la escuela que se ha tornado en un despertarse y ver qué nueva tarea, repetitiva y tediosa subió el profe a alguna plataforma. Francamente eso es lo que más me ha preocupado a mí, que no sea cada semana lo mismo, que de por sí ya era, porque entraba al salón a que leyeran, a explicarles, ha dibujarles y hacerles mapas mentales y pedirles que por favor hicieran uno de los cinco ejercicios básicos que tenía siempre en la bolsa.
Me he dado cuenta que aún si algunos de ellos me decían que disfrutaban mi clase, ¡era una clase tan trillada! Tan repetitiva como subirse a los caballitos, a los cuales no me volví a subir después de marearme y vomitar, porque son increíblemente monótonos. Como mis clases. Lo gacho del asunto es que ahora que regresemos (úsese tono de esperanza y anhelo con brillitos de ánime en los ojitos) ya no voy a poder sacar mis clases del anquilosamiento en el que estaban, porque me voy a ver forzado a cambiarla por la circunstancia. Ese es el punto central de todo este rollo.
Cambiamos, bueno, yo; obligados por la situación. De no haber habido pandemia muy difícilmente iba yo a cambiar la dinámica (vaya oxímoron) de mis clases. Qué triste verme reflejado en la pantalla de la computadora y ver un profe que no pensaba ni planeaba hacerle muchos cambios a sus clases, excepto cuando se me solicitara. Porque iba a los talleres y los cursos, tomaba mis notitas y regresaba a casa bien emocionado ¡vimos este sitio genial de videos y la manga! y el lunes, abran sus libros, les explico, *dibuja*, por favor hagan este ejercicio (se escucha bostezo).
Lo admito, sin tapujos, soy feliz trabajando en casa. Ya le agarré finalmente la onda y ya no es la situación la que me está condicionando a adaptarme y a variarle, la campechaneada ahora es una consciencia de que las cosas no sean repetitivas porque estos días muy fácilmente se pueden tornar monótonos y repetitivos. Hacer esos classrooms, los podcast, los videos y buscar las páginas y los materiales también me mantienen a fuera del círculo gris de lo sobado y lo trillado. No quiero quedarme en casa como para siempre. Pero tampoco quiero regresar a la nueva normalidad porque estaba ya muy emocionado de hacer lo de siempre, pero mejor, más variado, más colorido y versátil. Cuando de verdad regresemos *suspiro* va a ser decepcionante, porque habrá que cambiar otra vez forzado por la situación, pero al mismo tiempo será genial, porque habrá que cambiar, es decir, comenzar el trabajo de hacer las cosas diferentes.