julio 29, 2020

Evitando lo inaplazable



Corría el año de 1995 cuando fui a ver Apollo 13 de Ron Howard. Se convirtió en una de mis películas favoritas, porque francamente la carrera espacial es algo que me fascina desde hace muchos años y las horas que he pasado viendo documentales sobre el tema sobrepasan sumadas varios días. Pero, ese filme cuenta no sólo la historia de tres astronautas en serios aprietos y al borde de perder la vida. Cuenta la historia de un grupo de ingenieros y expertos de la NASA resolviendo problemas para los cuales no estaban preparados. Una de mis escenas favoritas es la resolución del asunto del filtro de aire. Donde tienen que hacer que una forma cuadrada entre en una ranura cilíndrica. Entran a un cuarto y echan sobre la mesa todo lo que tenían los astronautas. Esto es lo mismo que ellos tienen. Plantean un objetivo: Hay que hacer que esto, entre aquí. A trabajar.
El problema lo resuelven no sólo logrando la realización de un filtro funcional. Algo súper importante: Redactan paso a paso el cómo hacerlo. Ya que uno de los miembros del equipo de CAPCOM tiene que irles dictando lo que necesitan y cómo ensamblar su filtro en el módulo espacial que deriva sobre la órbita del planeta. Es un mero ejemplo de la docena de problemas que tuvieron que resolver. Ese es el asunto. NASA es un ejemplo de cómo existe una metodología para resolver casi cualquier problema que pueda surgir. Con base en la ley Murphy, basada en un miembro del equipo de Chuck Jeager que dijo famosamente una vez “todo lo que pueda salir mal, seguramente lo hará”. Creando la regla básica de cualquier prototipo: Pensemos en todo lo que pueda salir mal.
Así llegamos al punto donde se genera el fenómeno del “Cisne Negro”. Todavía hace unos cien años nadie creía que era posible que hubiera un cisne negro, ya que todo mundo (todo mundo hasta ese momento) sólo había visto y reportado cisnes blancos. Por lo tanto, cuando se vio uno negro de inmediato se cayó en el fenómeno de no poder creer lo que se estaba viendo. Es un fenómeno epistemológico que nos planteó un profe de historia en la Facultad un día que nos dijo, que cuando la primer carabela arribó a costas mayas en el siglo XV el maya que estaba en la playa, no la vio. No la vio porque su cerebro no pudo procesar, de primer vistazo, lo que estaba percibiendo porque era un “cisne negro”. Obviamente la percibió con la mirada, pero cognitivamente no pudo “verla” porque no tenía un contexto para compararla con nada de lo que conocía previamente.
Fenómeno que le pasó a muchísimas personas el 11 de septiembre del 2001 cuando los aviones comenzaron a estrellarse en el World Trade Center ¿cómo puede tu cerebro entender lo que está pasando si es impensable? No había un marco de referencia, a pesar de tantas películas de desastres, incluyendo las de invasiones, como Independence Day. Ese día docenas de empresas de seguros cambiaron su forma de ver y prever los siniestros. Porque son las aseguradoras y sus equipos de trabajo quienes están más inmiscuidas en la prevención de la Ley de Murphy. Los investigadores de las aseguradoras trabajan en las escenas de los accidentes generando escenarios, a través de ingeniaría reversa, entre muchos otros métodos, para poder pensar en todas y cada una de las posibles maneras en las que algo puede salir mal.
Pero esta forma de pensar no debería ser exclusiva de instituciones como la NASA y empresas como las aseguradoras. Es una estructura de pensamiento que deberíamos de adoptar en nuestra casa, en el diario vivir, ir y venir. Porque lo que pueda salir mal va a pasar y puede comenzar con olvidar algo cuando se sale, y terminar en accidentes por no haber pensado en que alguien iba a conducir en sentido contrario. No es una mentalidad suspicaz, eso sería simplificarlo, no es estar estresado de pensar que vivimos en una secuela de Final Destination y que en cuando suene John Denver nos va a caer un piano sobre la cabeza. Es un proceso de prevención básico que nos mantiene atentos, sin estrés, sin ansiedad. No es preocuparse, es ocuparse. La extensa mayoría de los accidentes pasan en casa, en el baño en primerísimo lugar y después en la cocina (datos de quién creen ¡de las aseguradoras!). Todo comienza en pensar en lo que se requiere de forma básica. Instalaciones eléctricas, de gas, de agua. Saber dónde están y cómo funcionan, dónde están las llaves de paso y cosas así de sencillas.
Pensar en nuestro contexto, análisis también muy sencillo y necesario, si vivimos en una casa de una planta, de uno o más pisos, en una zona urbana o rural, en un edificio o en un residencial. Localizar los accesos, las salidas, las zonas de seguridad y las de riesgo. Si tenemos cables de alta tensión y transformadores. Dónde están colocados los tanques de gas, los breakers de la luz y asuntos de esta índole. No estoy dando consejos, no es el manual de la NASA para armar un filtro de aire para el módulo espacial. Hay literalmente docenas de libros que son para consultar estas variables que menciono superficialmente y debe haber cientos de páginas web que también brindan esta información que deberíamos analizar.
El objetivo de mencionarlas es sencillamente ejemplificar la miríada de cosas en las que deberíamos pensar y estar atentos. Porque al salir a la calle se cambia de escenario y las variables se acumulan. Yo solía cometer uno de los errores más básicos de todos: Escuchar música con audífonos mientras caminaba por la calle. Pareciera algo tan común, es increíblemente habitual y quien lo esté leyendo pensará que exagero y que no es riesgoso. Pero lo es. Nuestro sentido del oído es nuestro mejor aliado en la calle, ya que todo hace ruido. Los coches prototipo del “futuro” tendrán motores silenciosos, y por ley, tendrán bocinas que difundirán a peatones el sonido de un motor. Porque ese sonido es lo que nos indica si estamos o no en riesgo.
Claro, los autos no circulan por la banqueta y demás razones basadas en la cotidianeidad de “pues a mí jamás me ha pasado” hasta que das la vuelta a la esquina y hay un auto colisionado contra la pared, completamente subido en una alta banqueta. Hasta que caminando por la calle ves caer de un puente a un auto sobre una combi. Hasta que ves un cafre pasarse un alto y hacer volar dos metros en el aire a una persona. No te va a pasar, piensas. Pero todo lo que pueda salir mal, va a pasar. No te ha pasado aún, no te va a pasar mañana. Pero te va a pasar, si no lo prevés. Precisamente por la probabilidad estadística, la misma que mató a la tripulación del Apollo 8 en una de las peores tragedias de la carrera espacial, que se repitió en 1984 con el Challenger. Y le pasó a la institución cuyo trabajo es pensar en todo lo que va a salir mal, para que no pase.
No es para estresarse. No es para angustiarse. No están tocando a John Denver en la sala de espera del aeropuerto. Es sentido común, el menos común de los sentidos. Es estar consciente de nuestro entorno, todo el tiempo, porque si algo me han enseñado las calles de mi pueblo, es que nunca, jamás, va a faltar una persona en motoneta que va a hacer algo que no pensó ni por un segundo, ciega a su contexto e ignorante de las consecuencias. Acción que va a seguir haciendo, porque jamás le ha pasado algo. Hasta que le pasa. Es cuando va a concluir de forma muy lógica que no fue su culpa, y por eso nadie jamás dice “yo lo choqué”, y siempre vamos a escuchar “me chocaron”. Esa forma de pensar es la que nos lleva a sufrir docenas de cosas total y completamente prevenibles.

julio 26, 2020

La Muerte del Cómic. Parte III.

El nacimiento del MCU trae el fallecimiento del cómic. Comenzó a fines de los noventa con la transfiguración del acumulador, amante de las cosas ñoñas, a un "coleccionista". Gracias al bendito capitalismo y a esos pirrurris fayuqueros que nos vendieron sus monos americanos así como sus mamás vendían ropa de la paca (a finales de los ochenta). Ironía de ironías hoy que son pocas las cosas que son exclusivas de los vecinos del norte. Pero el camino andado es difícil de desandar y la mayoría de las personas nos ven a los acumuladores como coleccionistas y esa etiqueta es indeleble. Esa etiqueta que las empresas que fabrican mugre ñoña nos venden ya en ventas directas como coleccionables a cuentagotas para hacernos creer que tenemos un exclusivo de miles de piezas, pero exclusivas.
En el año 2008 la escena post-créditos, que no todo mundo vio, de Iron Man tenía un huevo de pascua que Favreau puso sin siquiera pensar (él lo declaró) en que habría, ni siquiera, una secuela. Ese huevo de pascua fue The Avengers Iniciative, que era un arco de los cuentos, vamos ya a llamarles cómics para actualizarnos, del universo Ultimate creado por Mark Millar (el creador de Kick-Ass, pa'que se entienda) que era básicamente un Universo alterno donde Nick Fury era afroamericano (porque los ñoños de la vieja guardia sabemos que Nick es un ex-soldado de la segunda guerra mundial, blanco) y en uno de esos cómics lo dibujaron como, quién creen, Samuel L. Jackson. Era una referencia ñoñísima, porque Favreau es un ñoño de la más vieja guardia. Si los GenExers somos fans de hace diez minutos, él es de hace una hora.
Dato curioso, Ultimate Avengers son el resultado de Ultimate Spider-Man, publicado por primera vez en 2000 escrito por Brian Michael-Bendis (él es el papá de Miles Morales), le siguió Ultimate X-Men en el 2001, Ultimate Fantastic Four (mi favorito, antes de Ultimate Spider-Man) y, finalmente, The Ultimates. Esos cómics fueron verdaderamente innovadores, creando puntos fantásticos para nuevos lectores que podían entrarle a personajes muy viejos (sesentas) reimaginados, con historias nuevas e innovadoras historias que "actualizaban" los personajes clásicos. Fue, en mi opinión personal, el último "movimiento" verdaderamente atrevido e innovador de Marvel. Obviamente DC estaría intentando perseguir esas ventas y ese público, cimentado firmemente en Batman y en la serie animada de Justice League que era consecuencia del éxito de Batman The Animated Series de finales de los noventa.
Así que esos fans de hace cinco minutos que le cayeron a los cines con sus amigos y familias, generaron eso que hoy le llaman Hype, el jaip vaya. Y no se puso de moda, se convirtió en un paradigma. Lo que fueron las películas de vaqueros en las décadas de los cincuentas y sesentas. Pero no querían leer. No les gustaba, no lo habían hecho antes y cómo porqué lo harían ahora. Como los cómics se volvieron también coleccionables, que la primer aparición de fulano, que la muerte de mengano, y comenzaron a publicarlos en papel más finolis, en ediciones cada vez más especiales con portadas variantes, holográficas, que se desdoblan, que se doblan, que brillan en la oscuridad y sobre todo, que cuentan historias que duran veinte números y que cruzan diez títulos y que rediseñan personajes que se convierten después en monitos de colección que no se juegan de 20 dólares que ya ni piden los niños para reyes.
Como las pelis comenzaron a hacer más dinero que los cómics, qué creen que comenzó a pasar. Ah, pues algún trajeado corporativo tuvo una gran idea "vamos a basarlos en las pelis" cuando todo comenzó AL REVÉS, cuando Jon Favreau, príncipe de los Nerds había basado su Iron Man en cómics ¡que ya habían sido publicados! y como buen nerd, su conocimiento inútil del personaje lo aplicó al filme creando una fórmula, porque en cine todo es una fórmula, y zaz, ahora todo está basado en un cómic... que se va a agotar, escúchenme, se va a terminar porque las ideas de los cómics ya están ligadas ¡a las películas! y se ha generado una entropía espantosa, donde ninguno de ambos medios presentan ya muchas ideas originales.
Los cómics ahora como son coleccionables, tienen que ser, perdón por el triste pleonasmo, de colección y ahora se contratan escritores de renombre que puedan levantar las ventas, porque las personas no quieren invertir equis cantidad de AÑOS de su vida en leer la vida de un personaje, quieren invertir en dos o tres horas de entretenimiento que no requiere más que de haber visto unas cuantas pelis. Unas pocas, porque nunca van a superar los cientos de números de Spider-Man que hemos leído los ñoños de hace diez minutos, y los miles que han leído los ñoños de hace una hora. Porque aquí viene la conclusión. TODOS hemos sido fans de hace cinco minutos.
Hace ya, parecen muchos años; estaba en una convención de historietas. Creo que la CONQUE del 96 de Stan Lee, no me acuerdo ya bien. Mi Maestro de dibujo era don Oscar González Loyo y andaba yo de "cola" con él. De repente don Oscar estaba platicando con el Maestro Roberto Fontanarrosa, y sin saber cómo ya estaba ahí un momento después don Sergio Aragonés. Yo tenía unos 19 años y estaba entre estos gigantes, que hablaban sobre los libros de referencia que habían comprado para dibujar. Estos portentos del cómic latinoamericano habían sido, hace 60 años, unos chamacos fans de hace cinco minutos que estaban aprendiendo a dibujar. Mi querido Todd McFarlane desde su hermoso Canadá había enviado cientos de muestras de su trabajo y fue rechazado cientos de veces. Fue un nerd de hace cinco minutos y hace unos meses publicó el número 301 de Spawn, que rompió el récord Guinness de más números de un título independiente publicados, ever.
Tuve suerte. Mucha suerte, de que me induje a este mundo por gusto, no por moda. No porque hay pelis (mi Batman fue el del '66) sino porque en mi casa había cuentos. Ni siquiera de superhéroes. Simplemente, había cómics. Y sí, leí el Capulinita, muchas veces. Era un cómic y en mis garras era para mí lo mismo que un Pájaro Loco y que fue después un Batman, o un Conan. Vaya, acumulé más de cien números de Spawn. No porque me vi teniendo una "colección" de Spawn, sino porque de verdad disfrutaba leerlo. Lo que me causa tristeza es que los nerds de hace cinco minutos de a de veras, mis sobrinos, están interesados en leer cómics que ya no pueden leer porque es un arco de veinte números con crossover de cinco títulos que además está basado en una de las películas. Porque es de colección y cuesta mucho más de lo que me costaba a mí hace veinte años y aún más de lo que le costó  aun Favreau hace cuarenta años.
El peor enemigo de un ñoño gordo es otro ñoño gordo que va a enfrentarte a ver quién sabe más y SyFy está transmitiendo The Great Debate donde ganan puntos los nerds por discutir cosas nerds que discutíamos hace veintitantos años en la fila de los autógrafos sin ánimo de "ganar" nada. Por amor al arte. Y el cómic está por morirse, aunque la pandemia podría matar al cine de superhéroes y eso sería lo mejor que le podría pasar a los cómics. Si no podemos ir al cine, vamos a ponernos a leer. Es triste que todo sea dinero, porque siempre lo hemos gastado, pero sin la Ley Rick, sin que sea porque puedo gastarlo, que sea porque me gusta. Porque hay tres ñoños: El ñoño que le gusta. El ñoño a quien convencen de que le gusta por sentirse parte de algo, y el ñoño (que no es tan ñoño) que te vende la idea de que es chido. El primero y el último, siempre han existido, el de en medio nació cuando el tercero lo convenció de que coleccionar es más chido que acumular. Porque la ganancia es inmediata, en cinco minutos. Mientras que acumular toma años. Años de amor a un medio, a un género, a un personaje.

Diego M. 
Ñoño gordo. Acumulador.
23/06/20

julio 24, 2020

La Muerte del Cómic. Parte II.

Los nerds, somos nerds. Es decir, nos gusta saber cosas, indagamos, investigamos, tenemos la cabeza llena de factoides inútiles. Eso nos llevó a nuestra propia condena. Nos sentimos seducidos por el lado oscuro de la fuerza donde los fans de hace cinco minutos nos subieron en ese pedestal de "este cuate sabe harto" y se acercaron al pirrurris del puesto fayuquero donde vendía puras cosas de "colección" que NADIE compraba (para qué, si en los otros stands de acumuladores los precios eran normales) y muchos cayeron en las garras de la moda de transformarse de simples acumuladores (admitámoslo, abiertamente, eso seguimos siendo) en, léase con voz de Sean Connery "Collectors". Nos engañaron (inserte meme de, 'fuimos timados') y desde entonces los nerds pasaron de ser simplemente the comic book guy de los Simpsons, que además eran bastante mal vistos todavía a finales de los noventa (todavía hay gente "normal" que se burla de los otakus) y pasaron a ser esta nueva estirpe de personas que, por cierto, ya se dice que "heredaron el mundo". Porque hay personas como Kevin Smith, Dave Filoni o Jon Favreau que están haciendo el varo con ambos mundos, los -pocos- nerds que quedan y los nerds de hace cinco minutos, cuando personas como Bill Gates o Steve Jobs ya lo habían logrado. Pero en fin.
Esos nerds de hace cinco minutos querían tener nuestra acumulación- oops, quise decir, colección de mugre y parafernalia en, bueno, cinco minutos. Así que el que tenía las posibilidades económicas para hacerlo, lo hizo; igual que el pirrurris fayuquero que "había visto estar güars desde niño" y los Reyes le trajeron monitos de Kenner en lugar de Lily Ledy, y su mamá vendía ropa americana en la cajuela de su coche (poque, ochentas), encontró un mercado que ansiaba entrarle a este mundo hermoso de magia y fantasía. Un mercado que cada vez fue creciendo y creciendo más y más. Para el 2001 cuando se hizo la primer convención de Star Wars en el parque Nacalli (léase gritando con sorpresa, el paque Nau.Ca.Lli) le dieron chance a José Joel (sí, el hijo de José José) de colarse la fila y tomarse fotos con jeremy Bullock y que le autografiara cositas que en ese momento compró, antes de que abrieran las puertas a la perrada, perdón, el público. Quienes, por cierto, reconocimos que la hermana estaba muy bonita y le gritamos y chiflamos por haberse saltado la fila (true story).
Hoy, casi todos los ñoños gordos de la vieja guardia ya no abrimos los monitos y tenemos una caja llena de Legos que no hemos construido. Convertimos los juguetes en algo no jugable y hemos traicionado nuestra niñez ochentera donde los Reyes nos trajeron G.I. Joes, He-Mans, Jedis, M.a.s.k., Transfomers y Thundercats en, uts, "coleccionables". Pero, Rick del Precio de la Historia lo explica genialmente en uno de sus episodios donde le llevan un artefacto invaluable (literal) y le preguntan "¡oye Rick, y entonces cuánto vale (cuesta)?" y Rick contesta lo que hoy se ha convertido en la Ley que rige el mundo de los famosos coleccionables: "Cuesta lo que alguien quiera pagar por él". Zaz. ¿Cuánto cuesta ese monito? Ah, pues es una edición limitada (de más de mil piezas, ¡miles!) y cuesta mil varos. En los noventa cualquier ñoño le hubiera dicho "gracias may" y se hubiera ido. Pero hoy, el ñoño de cinco minutos, que tiene mucho más que eso y está dispuesto a pagarlo, le dice "va que va" y paga esos mil pesos que NO VALE, pero él está dispuesto a pagar. La Ley Rick.
Porque hay una creencia entre los coleccionistas de "¿y si no lo encuentro después?" que es la misma creencia de hace veinte años, comprábamos porque quizá en la próxima convención no lo íbamos a encontrar. Pero no era muy común que compráramos para "ganarle" a otro, o bien porque, bueno pues si soy MEGAfan de Back To The Future TENGO que tener el Hot Wheels del DeLorean y voy a pagar lo que sea por tenerlo ¿y quién crees que se va a aprovechar de esa idea?... ¡el pirrurris fayuquero que los ñoños mandábamos al cuerno! Esa línea de pensamiento ha llegado a la calle ¡a la calle! donde el cuate que vendía monitos de segunda mano en la banqueta, afuera de la convención e incluso en los tianguis de las colonias y los mercaditos de segunda mano, incrementara sus precios porque ¡es que son coleccionables! y lo son, porque un nerd de hace cinco minutos está dispuesto a pagar lo que sea por ese Prince Xizor de Shadows Of The Empire.
¿Cómo afecta esto a los cómics? Los comics no son monitos ¿cómo se convierten los cómics en coleccionables? Todo comenzó en 1997...
El nerd de hace cinco minutos cree que todo comenzó en el 2008 con la peli de Iron Man (cuento que pocas personas leían en México), pero el ñoño gordo sabe que fue en 1997 con Spawn, que causó el más grande revuelo entre los ñoños GenExers y el año siguiente (1998) se concretó con Blade y llega a la cúspide con Blade II en el 2002 dirigida por el Señor Guillermo del Toro. Tanto Spawn como Blade, motivaron a los ñoños a ir a las convenciones a comprar parafernalia y media de sus personajes favoritos, sobre todo Spawn. Spawn fue el rey de las convenciones, en 1998 vino Todd McFarlane a la MECyF y las dos horas de fila que hice, para su autógrafo y dedicatoria, valieron la pena por completo. Hoy por cierto, ese autógrafo te cuesta las dos horas de fila, más un dinerito porque, qué creen, ya cobran por esas firmas. Sin dedicatoria porque ¿y cómo lo revendes si dice "for Diego"). Así han cambiado las cosas de los acumuladores a los coleccionistas.
En el 2001 los nerds también le dimos todo nuestro sueldito a Peter Jackson porque salió El Señor de los Anillos ¿les mencioné que los nerds de a devis LEEMOS?
Todavía aquí, los cómics, bueno los cuentos, no se han muerto. De hecho todavía no se mueren, pero están dando las peores patadas de ahogado. Tanto Spawn como Blade y obviamente Episodio I (con ayuda de Aliens VS Predator) impulsaron esta cultura ñoña en medios no-ñoños , para cuando comienza el nuevo milenio y con la caída de las torres gemelas, la gente normal ya estaba medio enterada de que había un mundo nerd en sus pantallas. De cine y de tele. Pero no mucho de lectura. El mundo nerd está basado muy firmemente en la lectura, razón por la cual los cuentos, el cómic vaya, se está muriendo.
Los nerds de hace cinco minutos se sienten Sheldon Cooper, porque la serie se estrenó un año antes de Iron Man y de hecho me tocó en la sala donde vi Iron Man un gordo que tenía de ringtone el tema de BBT. Neta, un nerd legit no va a tener de tono de teléfono el tema de BBT que sguramente ni siquiera hizo él mismo en Adobe Audition, sino comprado (pirrurris fayuquero) de la apple store, porque además, el nerd de hace cinco minutos es fan de apple. Pero, el ñoño gordo es, no tan secretamente, pirata. Compró los CDs de música de su anime favorito en CDs quemados, en la convención. Compró juegos de PC pirateados y además se sabía los cheat-codes. Yo nunca tuve PlayStation, pero vi docenas de ñoños comprar los discos pirateados en convenciones y en, obviamente, villa coapa. Para el 2008 que se estrenó Iron Man, había una legión de ñoños de hace cinco minutos que amaron Iron Man, pero que no se quedaron a ver la escena post-créditos, porque no estaba institucionalizada. Porque sólo los nerds veíamos todos los créditos. Porque eran factoides inútiles, porque, de eso están hechas las mentes de los nerds. Entre otras cosas.

CONTINUARÁ...

julio 23, 2020

La muerte del Cómic. Parte I.

Los coleccionistas y los fans del MCU son los culpables de la muerte de los cómics. Hay un dicho en México que dice que "el peor enemigo de un mexicano es otro mexicano" y aplica exactamente igual para el fandom. Este año cumplí mis buenos 43 años y fui durante la mayor parte de ese tiempo un leal y devoto fan de los cuentos, pepines, memines, chamacos, cómics para que entiendan los milenials y anexas que ni historia de la historieta saben, pero aman ese churrazo llamado Endgame. Comencé como todo GenExer con cuentos del pato Donald y el Pájaro Loco de las editoriales La Prensa, Novaro y una que otra MAC. Estoy familiarizado con términos como: Tamaño Águila y Avestruz. Mi "colección" de cuentos no es resultado de querer ser coleccionista. Lo fui, y en parte sigo siendo, no porque yo quisiera, no porque estuviera consciente de "hey, soy un coleccionista", es una simple consecuencia de ser sencillamente un gran amante del arte secuencial. Un vil fanboy.
Heredé algunos, como Vengadores y Cuatro Fantásticos, de Novaro. Compré muchos otros y nunca fue de golpe. Uno cada quince días, de vez en cuando. Cuando salíamos de paseo los domingos y pasábamos al puesto de revistas. No era ni mi religión ni mi obsesión. Era mi gusto y no era necesario en absoluto que hubiera yo leído el anterior ni leer el siguiente. Cada número contenía una historia en sí misma. Tampoco pasaba nada si era la parte dos de tres, ni la uno de tres y chin ya no conseguiste la que sigue. No eran caros, por el contrario, estaban impresos en papel vil de periódico en tres tintas y ya. Leíamos. Punto. El dibujo de John Romita, de Sal Buscema de innumerables anónimos en el pato Donald y Súper Tribi y los Archis de Dan DeCarlo que no sabía, ni me importaba, que fueran de Dan DeCarlo.
Los leí docenas de veces, y sí, se gastaron. Los guardé en cajas, apilados, nunca los metí en bolsitas ni en sobres de mylar (un material fatuo y farolón) y uno de ellos incluso lo vomité una vez que me dio una infección estomacal porque lo dejé en el suelo luego de leerlo por la noche. No pasó nada. Para cuando fui a la primer convención en 1995, aquí en México, ya tenía algunos acumulados. Ah caray, no se le dice así, se llama co-lec-ción. Porque las mamás los tiraban, porque teníamos apilados ahí todos esos cuentos que "ya leíste, pa'qué los quieres" aunque mi Malinda la verdad jamás me tiró nada. Éramos todavía nerds de comprar lo que nos gustaba, jamás lo que pensábamos sería "muy valioso con el tiempo" y ya había uno que otro que cuando vino Stan Lee para la CONQUE de 1996 le pidieron que les firmara el Wolverine 100 portada de holograma en lugar del Vengadores número 3 de Novaro.

Pero, gracias a esas hermosas convenciones, donde ¡nos regalaban cosas! en serio, te acercabas a un stand y con comprar un mugroso cuento común y corriente, "ten, un póster, unas tarjetitas ah y una revista conmemorativa de la convención" en otros stands ni siquiera tenías que comprar nada, pum, ahí te van unas tarjetitas y en aquel stand hay un gordito simpático tocando guitarra eléctrica y junto un stand chiquitín donde vendían pins de Star Wars bien perrones y si te llevas cuatro el cuarto es gratis, y compras ocho. Pero no pensabábamos: "para mi 'colección'", nel. Comprábamos lo que nos gustaba y en ese stand donde había un pirrurris petulante que te explicaba que su producto era de súper colección coleccionable único y envuelto en plumas de ángel NADIE IBA.
Ese era el asunto. Ahí tuerce la marrana el rabo. Léanlo claramente: No comprábamos donde vendían caro sólo porque era "de colección".
Pero, nunca faltó el nerd de bolsillo. El que apenas tenía cinco minutos de ser fan y ya quería tener las cinco cajas de cuentos que teníamos los demás. La acumulación de figuritas de McFarlane ¡que abríamos y sacábamos de su m*ldito empaque! El que sí caía en el garlito de la colección que para los demás era simple acumulación por consecuencia del tiempo que llevábamos siendo ñoños gordos. Y pudimos disfrutar durante unos cinco años de las mejores convenciones de México. Con precios que los gringos llaman de "retail", es decir, de la tienda, comunes y corrientes, a precio de güolmar para que se entienda. De hecho Hasbro vendía figuras en la Mole y en la CONQUE con un descuento, del 10%, del 15%, y ya no costaba (huy hace veinte años) $99 pesos, ahora podías comprarla en $80 u $85.
Esos nerds de bolsillo. Los que estaban ahí porque habían visto en TV Azteca una notita de veinte segundos que había una convención de, ejem, "cómics" (una vez me dijeron que aparecí caminando en el fondo de una entrevista, ja) que querían ponerse al corriente con los que teníamos años simplemente haciendo algo que nos gustaba, son los que comenzaron a arruinarlo todo. Las hermosas convenciones fueron el magneto de esos nuevos allegados que no sabían cómo entrarle  a este rollo que la mayoría teníamos años viviendo. Y somos co-responsables los ñoños gordos de la vieja guardia, porque nos subimos a un pedestal fatuo, desde el cual predicábamos para distinguirnos de esos posers, y en lugar de inducirlos, le dimos "picones" como se dice vulgarmente. Y muchos traicionaron al tazón azteca y se unieron a esos posers y se conviertieron en "coleccionistas", porque era un manto que investía de una admiración nerda, que francamente, no servía como para NADA.

Continuará...

Catch 22

Catch 22 está basada en un libro que no he leído y que no tengo ganas de leer. Pero la serie de TV está producida y en algunos episodios dirigida y actuada por George Clooney. Cuenta la historia de un piloto de bombardero de la segunda guerra mundial en los últimos días de la campaña contra las fuerzas del eje. Es una serie increíblemente hermosa, por su fotografía excepcional, su edición impresionante y una edición que nos deja boquiabiertos. El diseño de producción no se queda atrás, brindando una serie de época que se siente como 1944. Las actuaciones también son geniales, incluido Hugh Laurie.
Es una serie que mezcla de forma muy balanceada el drama y la comedia, y de hecho llega un momento en el que ambas suceden al mismo tiempo y mi cerebro explota con esas situaciones que sabes son increíblemente dramáticas, dolorosas, pero exactamente al mismo tiempo de un sarcasmo que muerde el funny bone y por fuera estás en shock mientras por dentro estás riéndote y preguntándote si deberías estar riéndote.
Hay secuencias enteras que me dejaron boquiabierto, es una chulada en cuestiones de lenguaje audiovisual, y la historia no es increíblemente trascendente, en cuestiones históricas, pero sí es muy profunda en cuanto a la exploración de lo que le sucede a esta piloto y las situaciones en las que se ve inmerso. Una verdadera chulada que nadie -a quien le guste este género- debería perderse.
Hace años que no escribía una reseña usando mi viejo sistema  de calificación:
Nachos con queso extra y una coca bien fría (quizá porque ya no tomo coca).
Palomitas grandes con harto chile y una coca bien fría.
Palomitas medianas y una coca.
Palomitas y una pepsi.
Palomitas chicas.
Catch 22 obviamente recibe sus nachos con queso extra, hartos jalapeños y un agua mineral bien fría.

julio 15, 2020

Del COVID-19 y otras maldiciones



La tarea del profesor hoy en día no puede ser más retadora. Claro, hay como muchísimos tipos de profesores, en aún más diversos y variados contextos, trabajando en escuelas chiquitas, o enormes, con quince chamacos o más de cincuenta, en un pueblito o en una urbe, con chamacos bien geniales y educados o con una caterva de gamberros y como canción de Calle Trece, hay profes buenos, malos, regulares, que tienen toda la vida dando clases y que comenzaron ayer, los que siempre supieron que esto iba a ser su vida, los que llegaron porque no había chamba de otra cosa y los que están por recomendación.
Sea cual sea la configuración, ese profe, esa profa, tiene hoy una chamba bien difícil, porque estaba hace unas semanas emocionado de regresar a hacer su trabajo así como lo venía haciendo desde principios de año y qué creen, que dice mi mamá que siempre no y que hay que hacer todo por el internet y a ver cómo le hacen pero no se regresa a la escuela porque la gente se está muriendo y de todos modos nadie usa cubrebocas y ves a la gente sentada en las banquetas afuera del banco elektrazteca.
Hay escuelas que se van a aventar el volado de regresar en sistema híbrido a medias campechano semi-presencial, pero en cuanto les caiga el primer infectado porque el primer filtro de casa es tan inexistente como los cubrebocas en zonas populares todos se regresan a su casa y a echarle datos al celular porque a nadie se le había ocurrido cuando tuvo sus hijitos que darles educación implicaba darles herramientas, como cuando éramos niños los Gen Exers y nuestros papás en abonos nos dieron una enciclopedia decente porque la Británica era para ricos.
Un hogar con niños de entre seis y dieciocho años es un hogar que necesita una computadora, no una pantallota bien inteligente pero que no hace la tarea, porque el netflis no les va a resolver los ejercicios del classroom y su maincraf no contesta los kahoots. Las tabletas que usamos para que los niños se entretengan y no acaparen la pantallota inteligentosa son menos caras que un celular y mucho más versátiles para la chambita de la escuela eléctrica por internet que se avecina por lo menos hasta el año que entra, pero no me vas a creer porque ya vi en el feis que ya se inventó la vacuna y yúju estamos salvados y nos vamos a librar de los chamacos toda la mañana y que se echen el tiro los profes.
Pero ese juguete no lo tienen muchos hogares porque jamás se nos ocurrió que era una herramienta para la escuela eléctrica porque la gente se está muriendo y mira cómo está el puesto de tacos en la calle hasta el gorro de gente porque Susana Distancia es una caricatura y si nos tratan como niños nadie se lo va a tomar en serio. Pero vamos a tener que dar así las clases y es como un wassap en visto porque del otro lado del classroom hay un chamaco ausente, que está viendo en su pantallota el netflis o jugando maincraf y te dice que no tiene computadora ni saldo en su teléfono.
Hay que hacer una pausa, hay papás bien luchones perrones que se la rifan y que la están pasando bien mal con este rollo de la caricaturizada distancia y los cubrebocas de pikachu, que están allá afuera echándole los kilos, que han tenido que treparse en un árbol como decía mi abuelita para que sus chavitos tengan saldo y entreguen sus tareas eléctricas, y por supuesto que todo lo anteriormente descrito no aplica a ellos, un profe de a devis jamás va a criticar al estudiante que te entrega todo, que te manda un whats app y te avisa que está trabajando con sus papás, tíos, familiares y anexas y que va a entregarte tarde y te llega el aviso a la una de la mañana porque esa jovencita está como sus papás movidita y nada los va a detener de estudiar para sacar adelante a la familia.
Estas letras están enfocadas a la tarea titánica de los profes que tienen que aprender a usar herramientas que no usaban o que no utilizaban para hacer lo que podían bien realizar presencialmente. A la tremenda creatividad para que las cosas no sean repetitivas, que sigan siendo atractivas y sobre todo, pero sobre todas las cosas, que sirvan para que los niños y las niñas APRENDAN. El asunto es que esos profes están enfrentándose a una realidad donde el nuevo salón de clases es un hogar donde poco o nada se enseña o se aprende, en un sentido académico. Donde no hay herramientas de aprendizaje, porque nos dormimos en nuestros laureles y dejamos que en la escuela, allá en la escuela, se hiciera cargo de la educación de los chavitos el sistema, el que fuera.
Acá en su casa de usted vienen a hacer tarea a punta de empujones, tarde mal y nunca porque a mí no me engañan, los veía diario hacerla en mi salón porque en su casa no les daba tiempo o bien no había quien los sombrereara para hacerla. Son tristes las generalizaciones, representan una pobreza de criterio, pero es que las excepciones son exactamente eso. Uno que otro alumno con verdaderos conflictos personales o familiares. Quien de verdad le cuesta mucho trabajo desenvolverse. Pero en esa gris generalidad están casi todos, los que se gastan sus datos en jueguitos de balazos y que escuchan musiquita en youtube, porque no conozco uno sólo que no tenga celular, o haya tenido porque lo tiró, porque cuidan muchísimo esos aparatos tan caros.
Los profes tenemos hoy un reto y ni siquiera implica que aprendamos a usar las plataformas eléctricas para poder dar clase. Los profes ven cómo pero hacen la chamba. Sí, algunos porque quieren, por que les importa, otros porque los obligan, por las buenas, por las malas y de todas las maneras y sabores posibles. El reto es romper la cultura de, la escuela allá y la casa acá. Yo no tengo hijos, no puedo hablar más que de aquello que he observado en los últimos veintiún años y cinco escuelas de diferentes contextos en las que he laborado. Pero es evidente que una vez que llegan a su casa ahí muere la cosa. Restando las excepciones, los que siempre te cumplen y los que por alguna razón nomás no pueden.
Esta situación donde la gente se está muriendo, la distancia es una caricatura, el cubrebocas es un meme y nadie sabe cómo funcionan los rayos X nos va a hacer cambiar aunque no queramos. Así que lo mejor sería que nos diéramos cuenta ya, que nos dejáramos de feisbuqueses, que sólo podemos aguantar, esperar y modificar la forma en la que vivimos, e históricamente la única forma de cambiar el modus vivendi a sido siempre modificar la forma en la que pensamos. Tampoco es tan difícil porque el paradigma de enseñanza en casa no tiene mucho que desapareció, en muchas casas había enciclopedias y libros, pero sobre todo había alguien en casa que te ayudaba a hacer la tarea, que te explicaba un tema, que nos apoyaba a los profes, en lugar de dejarnos solos haciendo una chamba que vamos a seguir haciendo, pero que ahora es tiempo de que hagamos juntos. En la justa medida de las responsabilidades de cada quien.

julio 12, 2020

Cómo hacer una reseñita




Si te gusta ver pelis, pero no sabes mucho que digamos de cine, eso no te impide escribir una buena recomendación en alguna red social de tu preferencia que no sea simplemente “está muy buena”, porque lo que para unos es bueno para otros podría no serlo tanto. No necesitas ser un gran connoisseur para recomendar algo que te gustó. Así que ahí van los tips:
  • 1     Sé honesto. No intentes pintarla más fea o buena de lo que te pareció sólo por farolear.
  • 2.       Sé más específico en por qué te pareció buena, recomiéndala por elementos como la historia, los efectos o los actores.
  • 3.       Incluye una comparación, “es como”, “se parece a” o bien lo contrario “no he visto nada así”.
  • 4.       Que sea tu punto de vista personal siempre, una recomendación de cine está basada siempre en la perspectiva de alguien y cuando lo publicamos en redes sociales nuestra personalidad es la que dicta quién se sentirá identificado o no.
No es difícil y no requiere de un análisis de elementos cinematográficos muy fatuos para que cualquiera pueda hacer buenas recomendaciones en redes sociales. Ya lo demás es estilo propio, si le pones con quién la viste, dónde o si etiquetas a quien te dé la gana. Vamos a poner un ejemplito con la última película animada de batman que vi, sin análisis ni ninguna de la faramalla nerd que suelo ponerle yo:

“Batman VS Robin me gustó porque la animación está bien hecha, la historia es interesante y salen personajes como Nightwing y los Búhos. Es similar a las de la Liga de la Justicia.”

Así de fácil y quien lo lea podrá ya darse una mejor idea de lo que de verdad opinas de una película, más allá de “estuvo bien chida”. Un último tip sería no repetir adjetivos: Buena, Mala, Interesante, Bien Hecho, Excelente, Pésimo, Mediocre, Regular, Sobresaliente, Padre, Chido, Maletón, Dos Tres, Regular el Parche, Aburrido, Dinámico, Lento, Rápido y un largo etcétera.
Felices reseñas.

julio 07, 2020

La Toga

Se ha puesto de moda vestir, a cuando chamaco culmine un nivel educativo, vestirlo con toga y birrete. En los últimos veinte años los códigos de vestimenta en el mundo y muy específicamente en nuestro país, han caído en completo desuso. La vestimenta, que antes denotaba variables como la edad, el oficio o el nivel cultural se han ido degradando al uso vulgar de tenis, mezclilla y sudaderas para todo mundo, haciendo sólo diferenciaciones en marcas y colores.
Las ceremonias de clausura de cursos, que eran también códigos sociales bien establecidos, se han desmoronado ante la apabullante avalancha de uniformidad y minimización que vive la sociedad, en donde todos tienen derecho a todo por igual, excepto por los precios de eso que es lo mismo, pero más barato (o caro, según el caso). De antaño, en las ceremonias de clausura de cursos se hacían honores a la bandera, se presentaban unos bailables tradicionales y se entregaban a los niños que culminaban su educación básica, media o media superior un papelito de felicitación en un fólder que orgullosos mostraban ante las cámaras de los papás.
Sus certificados de culminación de estudios se entregaban posteriormente en un proceso mucho menos vistoso. Sólo cuando terminabas tus estudios Superiores y recibías un grado, tenías una ceremonia de graduación, como cuando mandas a hacer unos lentes y los gradúan… Les ponen grado para que se entienda. El grado de licenciatura, o maestría o lo en lo que hayas invertido tu tiempo y dinero. En la España del medievo bajo, la época de don Hernán Cortés para dar un poco de perspectiva y contexto, la educación Superior te daba el grado de Bachiller.
Una de las Universidades más prestigiosas de aquellos ayeres era la de Salamanca, de ahí un viejo y muy atinado refrán que versa: “Lo que natura no da, Salamanca no presta”. Las primeras Universidades fueron fundadas en la Europa medieval, alrededor del siglo X, cuando comienza la Edad Media Baja y la iglesia establece su poderío, los reinos católicos comienzan las primeras guerras santas, las Cruzadas, y la Nobleza tiene que recibir una educación que les permita tomar decisiones importantes.
Siguiendo el ejemplo de los romanos, y de Alejandro Magno, quien fue educado como sabemos por Aristóteles, las primeras Universidades surgen bajo la filosofía de las Artes Liberales (septem artes liberales, studia liberalia) y el objetivo del conocimiento Universal a través de 7 materias que se consideraban esenciales para la comprensión del mundo y el universo (de ahí, Universidad): El Trivium consistía en Retórica, Gramática y Lógica. En un primer momento de la educación universitaria. Seguido del Quadrivium: Aritmética, Geometría, Música y Astronomía.
Estas Universidades estaban localizadas en monasterios, iglesias y abadías que solían estar a cargo de órdenes como los Dominicos y los Benedictinos. Por lo tanto estos lugares podían ponerse bastante fríos, y ese factor los llevó a modificar la Toga romana (de la cual hay al menos una docena de variantes, como: estatus, oficio, puesto político, etc.) a la Toga académica, muy parecida al hábito de los sacerdotes, pero más como un albornoz (piensa en una capa Jedi, y eso es un albornoz, sólo que no está abierto por el frente). Estaban hechas de lana y permitían que no se notara la diferencia de niveles económicos entre estudiantes y catedráticos, ya que la Universalidad planteaba una equidad de circunstancias.
El birrete es un sombrero muy especial y su forma hace alusión a una tabla que se usa en la construcción para colocar la mezcla, en inglés se llama mortarboard y viene del latín Birretum que básicamente significa gorra, pero su forma alude a los maestros de arquitectura de aquellas épocas, que manejaban a la perfección las 7 artes liberales, el Trivium y el Quadrivium. Por lo tanto, durante estos primeros años de las escuelas de artes liberales, o Universidades, básicamente cualquier a que asistiera a ellas usaba toga, pero sólo los Maestros usaban birrete. De hecho, la palabra Cátedra viene del griego “silla” donde se sentaban los maestros a enseñar. Así que, si bien todos usaban toga, el birrete y la silla eran dados sólo a quienes impartían las materias.
Con el paso de los siglos, las togas comenzaron a cambiar y se creó todo un sistema de colores para diferenciar no sólo las diversas universidades sino también las especializaciones, es decir, las carreras. Ya que para la Ilustración en el siglo XVIII las Universidades ya tenían una diferenciación de carreras que podía uno estudiar. Todo aquél que asistiera a una Universidad debía portar una toga, como se había llevado acabo por siglos, pero ahora el color exterior de la misma, el forro, líneas en las mangas y el tipo de manga (ancha o estrecha) denotaban nivel y carrera.
Esto todavía estaba en uso a principios del siglo XX en 1900 y continúo así hasta los años cuarentas, casi la mitad del siglo, que se comenzó a cambiar esta tradición y se estipuló que las togas sólo serían usadas por los Maestros y para los estudiantes cuando obtuvieran su Grado. Para los años sesenta muchos Maestros dejaron de usar la toga y el código de vestimenta que tanto había distinguido a la sociedad académica pasó casi al olvido, quedando sólo como una tradición para aquellos estudiantes que se graduaban.
Hoy en día, esta prestigiada tradición a quedado también en el olvido. Su significado es decir, porque la prenda se sigue usando, indiscriminadamente por cualquier escolapio que culmine cualquier curso. Los códigos de vestimenta, que se explican en la Semiótica dentro de los Códigos Pragmáticos, y que incluyen los uniformes entre muchos otros protocolos importantes, se han erosionado ante una sociedad que ha dejado de lado el significado de los símbolos.
Ha sido una ganancia para el desarrollo de las sociedades que discriminaban de formas literalmente evidentes muchos aspectos que la sociedad moderna considera hoy reprochables. Lamentablemente estos códigos no han desaparecido, es decir, la discriminación se sigue dando en forma de calidad, marcas y precios. Antes por lo menos podíamos distinguirnos por mérito. Hoy cualquier persona sin más mérito que su poder adquisitivo puede darse el gusto de portar una pieza de ropa de cientos de años, darle el significado que le plazca y afortunadamente, no pasa nada.
Profe Diego Mendoza
7 de julio, 2020.