marzo 22, 2008

Sábado de glorioso desperdicio

Hace unos 20 años, mi familia solía festejar el Sábado de Gloria yendo a un río a bañarse. Sin embargo no faltó el sábado ocasional en el que íbamos a la casa de alguien (que tuviese un gran patio) y nos arrojábamos agua. En la calle donde vivo era normal que salieran los vecinos a mojarse y desde las azoteas lanzaban cubetadas de agua a los peatones. Solía ser muy divertido. Hoy teniendo conciencia suficiente veo a algunas familias hacer lo mismo aún si es una costumbre en (afortunado) total desuso. No voy a dar cifras de cuánta agua desperdiciamos, o cuánta nos queda (como profe me he dado cuenta que las cifras no dramatizan ni más ni menos la lección), simplemente me parece que la sociedad mexicana no ha logrado ver, entender, abstraer lo que significa tirar el agua. Yo viví muchos años en Iztapalapa y cuando el agua faltaba era peor que el apocalipsis zombie. No puedes lavar trastes, no puedes bañarte, ni lavarte las manos, lavar ropa y más importante ¡no puedes jalarle el baño! Y me imagino lo que sería no tener agua para beber o preparar alimentos. La luz se podía ir, el gas se me podía acabar, el cable se iba en noches de tormenta... pero al agua, sin ella no podemos llevar lo que llamamos una vida normal. Hay cantidad de mensajes en los medios que nos dicen cuidemos el agua... yo creo que todo ello (porque creo que sí ayudan) podría estar más cimentado si en secundaria o prepa les dieran a leer a los muchachos Dunas, de Frank Herbert. Seguido de la proyección de la película y sin olvidar los ejercicios de reflexión, ensayo, tarea y juego de rol que vienen después. Nadie quiere vivir como Fremen y a mí sí me ocupa que me toque vivir en mi tiempo de vida un escenario donde escupir sea el acto más grande de lealtad, porque estás dando algo precioso: Agua de tu cuerpo.

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