junio 10, 2010

La indignación.

Tiene varios días que recibí un mail de mi hermana narrándome (y pidiéndome esta entrada) sus cuitas. Hasta antes del 2 de Junio estaba embarazada (ya nació mi sobrina) y era para ella la cosa más azarosa hacer algo que todos consideramos tan sencillo como subir al transporte público. Se enfrentaba a la indiferencia total de sus conciudadanos, quienes cuando la veían subir (metro, pesero, camión) se hacían los dormidos, leían cualquier intrscendencia, o volteaban afuera para finjir que no la veían y no darle un asiento. Narra que esto abarca mujeres, hombres, de todas edades y posiciones sociales. Muy preocupada por su seguridad y la de su bebé no-nato optó por reducir a lo necesaria sus salidas a la calle, donde lo único que encontraba era indiferencia, descortesía y una inconciencia generalizada. Pasaron los días y en mí se gestaban estas letras. Cómo expresar mi sentir. Oscar González habla de lo mismo en algunas entradas de su BLOG, donde también describe ese oscuro mundo que hay allá afuera. No fue sino hasta ayer y parte de hoy que finalmente se cocnretó la idea. Mataron una persona en la frontera de México con E.U. y de inmediato la gente mostró idignación, énfasis en: Mostró. Los medios, especialmente la TV tienen la más grande desventaja como herramientas de difusión: Son parciales. Ningún medio dijo cuál era la situación de ese muchacho. No sabemos si era buen chico, si estudiaba, si trabajaba, si le cargaba a su mamá la bolsa del mandado, si era respetuoso con las muchachas. Nada. Porque si quien lee esto hace memoria, al menos una anécdota de mujeres ofendidas mínimamente de manera verbal tiene en su haber. No me digan que no sienten coraje de que a su mamá, su hermana, su hija, su novia, su prima, usted misma, le diga un petimetre en la calle algo tan simplón como "mamacita". Y esos no son los que de plano alargan la mano, sobajando la dignidad de las mujeres. Todos esos que nunca le dieron el asiento a personas como mi hermana. Todos esos que nunca te dieron el paso en una esquina sin semáforo. Quienes no tienen conciencia, no tienen educación ni les interesan las demás personas. Una vida humana es una pérdida, pero una vida social es otra cosa. Porque esa vida humana tiene actitudes, tiene (o adolece de) conciencia. Un ser socialmente pobre, pobre en educación, en modales, en conciencia... no es gran pérdida social. Excepto porque era una vida, con un potencial nunca explotado. A mí, no me interesa en lo más mínimo la vida de ese muchacho. No me alegra ni mucho menos su muerte. Pero yo, no perdí nada, nadie que muestre indignación perdió algo tangible. Mi punto es, si tenemos tanta gente JUNTO a nosotros ¿por qué hemos de interesarnos tanto en alguien que ni conocíamos hasta que fue ultimado? Por qué mostrar indignación farisea ante la muerte de alguien que en vida seguro ni hubieramos volteado a ver, teniendo mujeres subiendo al transporte cada que nosotros mismos lo usamos. Habiendo tantas personas que a diario en nuestro camino al trabajo merecen no ayuda, no, sencillamente respeto. A través de las acciones más sencillas. Mostrar indignación no sirve de NADA. No calla las lenguas marranas de los patanes en la calle que se dirigen a las mujeres. No detiene sus manoseos. No detiene al incivil que se pasó la luz roja. No le da el paso en una esquina a las personas ¡sin distinción de grupos! Eso de los grupos vulnerables es un invento de los que se indignan.
Yo no me hago responsable de los individuos sin valía social. Yo alzo la voz ¡no tengo por qué sentirme responsable de la muerte de nadie ni de las faltas de nadie! Tenemos libertad, en todos los sentidos, y es esa libertad y ese potencial de la vida humana que nos impulsa a buscar ser mejores, con ética, con moral. Si voy a construir una sociedad ética y moral, lo haré sin demostrar nada, sin decir nada, sencillamente actuando. Con respeto, con valores humanos. Mi conciencia está tranquila. Vivo en mi comunidad, donde hago las cosas jamás para predicar, ni siquiera con el ejemplo, porque a quien no le importa, jamás cambiará, es la prerrogativa de su libertad. Lo hago para sentirme bien conmigo mismo, basado en la más sencilla de las máximas: No hacer a los demás, lo que no quiero que me hagan a mí. Mientras lees esto nació una bebé como mi sobrina, y nuestras vidas son las mismas que ayer. También murió alguien, y no fue como el aleteo de una mariposa que derrumba ciudades al otro lado del mundo. Somos mucho más pequeños de lo que nos sentimos. Pero podemos ser grandes, para las personas que están junto a nosotros. La conciencia no se demuestra, ni se difunde. Se cultiva, y sólo se puede cultivar en nosotros mismos. Por eso trato a las mujeres con las que tengo contacto (las que vivan en otras ciudades no me importan ¿para qué?) como la hermana de alguien. Porque así quiero que traten a la mía.
No escribí esto para crear conciencia, es imposible. Lo hice porque quiero mucho a mi hermana.

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