julio 23, 2020

La muerte del Cómic. Parte I.

Los coleccionistas y los fans del MCU son los culpables de la muerte de los cómics. Hay un dicho en México que dice que "el peor enemigo de un mexicano es otro mexicano" y aplica exactamente igual para el fandom. Este año cumplí mis buenos 43 años y fui durante la mayor parte de ese tiempo un leal y devoto fan de los cuentos, pepines, memines, chamacos, cómics para que entiendan los milenials y anexas que ni historia de la historieta saben, pero aman ese churrazo llamado Endgame. Comencé como todo GenExer con cuentos del pato Donald y el Pájaro Loco de las editoriales La Prensa, Novaro y una que otra MAC. Estoy familiarizado con términos como: Tamaño Águila y Avestruz. Mi "colección" de cuentos no es resultado de querer ser coleccionista. Lo fui, y en parte sigo siendo, no porque yo quisiera, no porque estuviera consciente de "hey, soy un coleccionista", es una simple consecuencia de ser sencillamente un gran amante del arte secuencial. Un vil fanboy.
Heredé algunos, como Vengadores y Cuatro Fantásticos, de Novaro. Compré muchos otros y nunca fue de golpe. Uno cada quince días, de vez en cuando. Cuando salíamos de paseo los domingos y pasábamos al puesto de revistas. No era ni mi religión ni mi obsesión. Era mi gusto y no era necesario en absoluto que hubiera yo leído el anterior ni leer el siguiente. Cada número contenía una historia en sí misma. Tampoco pasaba nada si era la parte dos de tres, ni la uno de tres y chin ya no conseguiste la que sigue. No eran caros, por el contrario, estaban impresos en papel vil de periódico en tres tintas y ya. Leíamos. Punto. El dibujo de John Romita, de Sal Buscema de innumerables anónimos en el pato Donald y Súper Tribi y los Archis de Dan DeCarlo que no sabía, ni me importaba, que fueran de Dan DeCarlo.
Los leí docenas de veces, y sí, se gastaron. Los guardé en cajas, apilados, nunca los metí en bolsitas ni en sobres de mylar (un material fatuo y farolón) y uno de ellos incluso lo vomité una vez que me dio una infección estomacal porque lo dejé en el suelo luego de leerlo por la noche. No pasó nada. Para cuando fui a la primer convención en 1995, aquí en México, ya tenía algunos acumulados. Ah caray, no se le dice así, se llama co-lec-ción. Porque las mamás los tiraban, porque teníamos apilados ahí todos esos cuentos que "ya leíste, pa'qué los quieres" aunque mi Malinda la verdad jamás me tiró nada. Éramos todavía nerds de comprar lo que nos gustaba, jamás lo que pensábamos sería "muy valioso con el tiempo" y ya había uno que otro que cuando vino Stan Lee para la CONQUE de 1996 le pidieron que les firmara el Wolverine 100 portada de holograma en lugar del Vengadores número 3 de Novaro.

Pero, gracias a esas hermosas convenciones, donde ¡nos regalaban cosas! en serio, te acercabas a un stand y con comprar un mugroso cuento común y corriente, "ten, un póster, unas tarjetitas ah y una revista conmemorativa de la convención" en otros stands ni siquiera tenías que comprar nada, pum, ahí te van unas tarjetitas y en aquel stand hay un gordito simpático tocando guitarra eléctrica y junto un stand chiquitín donde vendían pins de Star Wars bien perrones y si te llevas cuatro el cuarto es gratis, y compras ocho. Pero no pensabábamos: "para mi 'colección'", nel. Comprábamos lo que nos gustaba y en ese stand donde había un pirrurris petulante que te explicaba que su producto era de súper colección coleccionable único y envuelto en plumas de ángel NADIE IBA.
Ese era el asunto. Ahí tuerce la marrana el rabo. Léanlo claramente: No comprábamos donde vendían caro sólo porque era "de colección".
Pero, nunca faltó el nerd de bolsillo. El que apenas tenía cinco minutos de ser fan y ya quería tener las cinco cajas de cuentos que teníamos los demás. La acumulación de figuritas de McFarlane ¡que abríamos y sacábamos de su m*ldito empaque! El que sí caía en el garlito de la colección que para los demás era simple acumulación por consecuencia del tiempo que llevábamos siendo ñoños gordos. Y pudimos disfrutar durante unos cinco años de las mejores convenciones de México. Con precios que los gringos llaman de "retail", es decir, de la tienda, comunes y corrientes, a precio de güolmar para que se entienda. De hecho Hasbro vendía figuras en la Mole y en la CONQUE con un descuento, del 10%, del 15%, y ya no costaba (huy hace veinte años) $99 pesos, ahora podías comprarla en $80 u $85.
Esos nerds de bolsillo. Los que estaban ahí porque habían visto en TV Azteca una notita de veinte segundos que había una convención de, ejem, "cómics" (una vez me dijeron que aparecí caminando en el fondo de una entrevista, ja) que querían ponerse al corriente con los que teníamos años simplemente haciendo algo que nos gustaba, son los que comenzaron a arruinarlo todo. Las hermosas convenciones fueron el magneto de esos nuevos allegados que no sabían cómo entrarle  a este rollo que la mayoría teníamos años viviendo. Y somos co-responsables los ñoños gordos de la vieja guardia, porque nos subimos a un pedestal fatuo, desde el cual predicábamos para distinguirnos de esos posers, y en lugar de inducirlos, le dimos "picones" como se dice vulgarmente. Y muchos traicionaron al tazón azteca y se unieron a esos posers y se conviertieron en "coleccionistas", porque era un manto que investía de una admiración nerda, que francamente, no servía como para NADA.

Continuará...

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