julio 26, 2020

La Muerte del Cómic. Parte III.

El nacimiento del MCU trae el fallecimiento del cómic. Comenzó a fines de los noventa con la transfiguración del acumulador, amante de las cosas ñoñas, a un "coleccionista". Gracias al bendito capitalismo y a esos pirrurris fayuqueros que nos vendieron sus monos americanos así como sus mamás vendían ropa de la paca (a finales de los ochenta). Ironía de ironías hoy que son pocas las cosas que son exclusivas de los vecinos del norte. Pero el camino andado es difícil de desandar y la mayoría de las personas nos ven a los acumuladores como coleccionistas y esa etiqueta es indeleble. Esa etiqueta que las empresas que fabrican mugre ñoña nos venden ya en ventas directas como coleccionables a cuentagotas para hacernos creer que tenemos un exclusivo de miles de piezas, pero exclusivas.
En el año 2008 la escena post-créditos, que no todo mundo vio, de Iron Man tenía un huevo de pascua que Favreau puso sin siquiera pensar (él lo declaró) en que habría, ni siquiera, una secuela. Ese huevo de pascua fue The Avengers Iniciative, que era un arco de los cuentos, vamos ya a llamarles cómics para actualizarnos, del universo Ultimate creado por Mark Millar (el creador de Kick-Ass, pa'que se entienda) que era básicamente un Universo alterno donde Nick Fury era afroamericano (porque los ñoños de la vieja guardia sabemos que Nick es un ex-soldado de la segunda guerra mundial, blanco) y en uno de esos cómics lo dibujaron como, quién creen, Samuel L. Jackson. Era una referencia ñoñísima, porque Favreau es un ñoño de la más vieja guardia. Si los GenExers somos fans de hace diez minutos, él es de hace una hora.
Dato curioso, Ultimate Avengers son el resultado de Ultimate Spider-Man, publicado por primera vez en 2000 escrito por Brian Michael-Bendis (él es el papá de Miles Morales), le siguió Ultimate X-Men en el 2001, Ultimate Fantastic Four (mi favorito, antes de Ultimate Spider-Man) y, finalmente, The Ultimates. Esos cómics fueron verdaderamente innovadores, creando puntos fantásticos para nuevos lectores que podían entrarle a personajes muy viejos (sesentas) reimaginados, con historias nuevas e innovadoras historias que "actualizaban" los personajes clásicos. Fue, en mi opinión personal, el último "movimiento" verdaderamente atrevido e innovador de Marvel. Obviamente DC estaría intentando perseguir esas ventas y ese público, cimentado firmemente en Batman y en la serie animada de Justice League que era consecuencia del éxito de Batman The Animated Series de finales de los noventa.
Así que esos fans de hace cinco minutos que le cayeron a los cines con sus amigos y familias, generaron eso que hoy le llaman Hype, el jaip vaya. Y no se puso de moda, se convirtió en un paradigma. Lo que fueron las películas de vaqueros en las décadas de los cincuentas y sesentas. Pero no querían leer. No les gustaba, no lo habían hecho antes y cómo porqué lo harían ahora. Como los cómics se volvieron también coleccionables, que la primer aparición de fulano, que la muerte de mengano, y comenzaron a publicarlos en papel más finolis, en ediciones cada vez más especiales con portadas variantes, holográficas, que se desdoblan, que se doblan, que brillan en la oscuridad y sobre todo, que cuentan historias que duran veinte números y que cruzan diez títulos y que rediseñan personajes que se convierten después en monitos de colección que no se juegan de 20 dólares que ya ni piden los niños para reyes.
Como las pelis comenzaron a hacer más dinero que los cómics, qué creen que comenzó a pasar. Ah, pues algún trajeado corporativo tuvo una gran idea "vamos a basarlos en las pelis" cuando todo comenzó AL REVÉS, cuando Jon Favreau, príncipe de los Nerds había basado su Iron Man en cómics ¡que ya habían sido publicados! y como buen nerd, su conocimiento inútil del personaje lo aplicó al filme creando una fórmula, porque en cine todo es una fórmula, y zaz, ahora todo está basado en un cómic... que se va a agotar, escúchenme, se va a terminar porque las ideas de los cómics ya están ligadas ¡a las películas! y se ha generado una entropía espantosa, donde ninguno de ambos medios presentan ya muchas ideas originales.
Los cómics ahora como son coleccionables, tienen que ser, perdón por el triste pleonasmo, de colección y ahora se contratan escritores de renombre que puedan levantar las ventas, porque las personas no quieren invertir equis cantidad de AÑOS de su vida en leer la vida de un personaje, quieren invertir en dos o tres horas de entretenimiento que no requiere más que de haber visto unas cuantas pelis. Unas pocas, porque nunca van a superar los cientos de números de Spider-Man que hemos leído los ñoños de hace diez minutos, y los miles que han leído los ñoños de hace una hora. Porque aquí viene la conclusión. TODOS hemos sido fans de hace cinco minutos.
Hace ya, parecen muchos años; estaba en una convención de historietas. Creo que la CONQUE del 96 de Stan Lee, no me acuerdo ya bien. Mi Maestro de dibujo era don Oscar González Loyo y andaba yo de "cola" con él. De repente don Oscar estaba platicando con el Maestro Roberto Fontanarrosa, y sin saber cómo ya estaba ahí un momento después don Sergio Aragonés. Yo tenía unos 19 años y estaba entre estos gigantes, que hablaban sobre los libros de referencia que habían comprado para dibujar. Estos portentos del cómic latinoamericano habían sido, hace 60 años, unos chamacos fans de hace cinco minutos que estaban aprendiendo a dibujar. Mi querido Todd McFarlane desde su hermoso Canadá había enviado cientos de muestras de su trabajo y fue rechazado cientos de veces. Fue un nerd de hace cinco minutos y hace unos meses publicó el número 301 de Spawn, que rompió el récord Guinness de más números de un título independiente publicados, ever.
Tuve suerte. Mucha suerte, de que me induje a este mundo por gusto, no por moda. No porque hay pelis (mi Batman fue el del '66) sino porque en mi casa había cuentos. Ni siquiera de superhéroes. Simplemente, había cómics. Y sí, leí el Capulinita, muchas veces. Era un cómic y en mis garras era para mí lo mismo que un Pájaro Loco y que fue después un Batman, o un Conan. Vaya, acumulé más de cien números de Spawn. No porque me vi teniendo una "colección" de Spawn, sino porque de verdad disfrutaba leerlo. Lo que me causa tristeza es que los nerds de hace cinco minutos de a de veras, mis sobrinos, están interesados en leer cómics que ya no pueden leer porque es un arco de veinte números con crossover de cinco títulos que además está basado en una de las películas. Porque es de colección y cuesta mucho más de lo que me costaba a mí hace veinte años y aún más de lo que le costó  aun Favreau hace cuarenta años.
El peor enemigo de un ñoño gordo es otro ñoño gordo que va a enfrentarte a ver quién sabe más y SyFy está transmitiendo The Great Debate donde ganan puntos los nerds por discutir cosas nerds que discutíamos hace veintitantos años en la fila de los autógrafos sin ánimo de "ganar" nada. Por amor al arte. Y el cómic está por morirse, aunque la pandemia podría matar al cine de superhéroes y eso sería lo mejor que le podría pasar a los cómics. Si no podemos ir al cine, vamos a ponernos a leer. Es triste que todo sea dinero, porque siempre lo hemos gastado, pero sin la Ley Rick, sin que sea porque puedo gastarlo, que sea porque me gusta. Porque hay tres ñoños: El ñoño que le gusta. El ñoño a quien convencen de que le gusta por sentirse parte de algo, y el ñoño (que no es tan ñoño) que te vende la idea de que es chido. El primero y el último, siempre han existido, el de en medio nació cuando el tercero lo convenció de que coleccionar es más chido que acumular. Porque la ganancia es inmediata, en cinco minutos. Mientras que acumular toma años. Años de amor a un medio, a un género, a un personaje.

Diego M. 
Ñoño gordo. Acumulador.
23/06/20

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