febrero 09, 2021

Oscar González Loyo

 

Esta humilde elegía va a parecer que tiene el objetivo de hacer que algo se trate de mí. Pero no es así. Tiene que ser contada desde mis experiencias personales, porque la persona a quien está dedicada, fue quizá la mayor influencia en mi vida creativa hasta el día de hoy y su partida me hiere como la lanza de Longinus clavada en mi costado.

Ni siquiera sé por dónde comenzar, y es que su persona, lo que hizo por tanta gente, pero sobre todo por mí, ha trascendido y resonado por todos los rincones de mi ser. Tenía nueve años de edad. Estaba en cuarto de primaria y amaba dibujar. Mi padre me compró en el puesto de revistas frente al mercado municipal el número uno de Karmatrón y los Transformables. Seguramente lo pedí por la palabra Transformable, ya que estaban de moda y los amaba. Sin embargo, me estaba embarcando en un viaje que nada tenía que ver con la moda, que me iba a cambiar profundamente ya que era una historieta llena de valores morales y éticos cimentados en filosofías hindúes y mayas, conceptos esotéricos y asuntos sobre chacras, energías cósmicas y un niño (así como yo) que tenía que superar una prueba de control de pensamiento, de moral y buenas intenciones. Para poder despertar nuestro poder interno, para convertirnos en un enorme guerrero robótico samurai, diciendo las palabras místicas: la yume num t'ox muk il in tial.

Los números eran semanales y con cada ejemplar que mi padre me compraba, más me adentraba en una filosofía de vida. Comenzó a incluir enseñanzas sobre la conciencia y la supraconciencia, sobre la naturaleza y la vida. Sobre el uso de la energía. Todo esto en mi cabeza encontró raíces y se fusionaba con la moral que yo ya tenía de los códigos de superhéroes y de la Fuerza de las películas de Star Wars. Cuando tienes nueve años todas estas ideas van construyéndote una brújula moral que no te abandona. Suena infantil, porque lo es, a esa edad haber leído el manual del guerrero Kundalini me dio todas las tablas del mundo para comprender posteriormente conceptos más complejos.

Pero el año decisivo fue 1987, un año después, con unos cuarenta números de Karmatron en mi haber y docenas de historias, yo que me la pasaba dibujando finalmente encontré mi realización el número de Karmatrón donde Óscar enseñaba cómo se hacía una historieta. El propio Oscar salía en ese número, y una de las cosas más hermosas fue que sus personajes interactuaban con él. Para mí fue absolutamente definitivo que un comic serio de héroes, tuviera un lado cómico con personajes caricaturizados, es decir, Robby y Jiva. Porque seguí ese mismo patrón creativo cuando creé mi historieta.

Es algo que muchas personas tenemos en común. La revelación, casi epifanía, de darnos cuenta que podemos hacer algo que pensábamos sólo podía hacer un "adulto" o un "profesional". Que a los 10 años te des cuenta que tú también puedes hacer tu historieta, que no es necesario ser adulto, ni profesional, ni publicarlo, es muy poderoso. Oscar con ese número de Karmatrón me enseñó que un niño de 10 años podía hacer su propia historieta, sin miedo, e imitando obviamente su técnica. Han pasado 33 años y sigo dibujando esas historietas. Porque a mediados de los noventa Oscar y su padre tuvieron a bien publicar una revista para promover el cómic mexicano e invitaban a cualquiera, a ir al callejón del sapo cancionero, en ciudad Satélite, a aprender dibujo con ellos directamente. Sin cobrar un centavo. Llegué, me presenté, me dijo don Oscar que no sabía dibujar y me embarqué, otra vez, a un viaje que me cambiaría por completo.

Un día estaba ya harto de que no me quedaran las proporciones de mi hombre araña y me puse a dibujar al Fenomenoide. Oscar pasó por ahí y me dijo que si me gustaba dibujar caricaturas, obvio, me encantaba dibujar caricaturas. Oscar me dijo que eso era más difícil que dibujar superhéroes y me dio risa. No, cómo crees, es más difícil dibujar el hombre araña que al Fenomenoide. Así que Oscar me impulsó a seguir dibujando caricaturas. Me regaló unas fotocopias de model sheets de los rescatadores y me embarqué, una vez más, en una misión que hasta hoy me sigue cambiando la vida. Pero si yo comencé a dibujar personajes de caricatura fue en parte porque él lo hizo en Karmatrón. Porque imité su estilo de mezclar caricatura con superhéroes. Ese fue el año que dibujé mi último Hawk El Invencible (mi superhéroe) y me dediqué por completo a dibujar a los Bujos. Mis monos de caricatura.

Oscar me cambió la vida no una, muchas veces. Y aunque en mi mente hay un millón de partículas culturales tomadas de mil lados y épocas, artistas y medios, Oscar me cambió el espíritu, su cómic y posteriormente sus enseñanzas, junto con las de su padre, me formaron el criterio artístico que hoy tengo. Mis monos están sobre los hombros de los monos de Oscar. Y Oscar odiaría que les dijera monos. Pero amaría que lo dijera para molestarlo en broma.

Oscar creía en todos los que llegábamos a pedirle que nos enseñara. Oscar jamás nos dijo una sola palabra que nos desalentara, por el contrario, siempre nos impulsó a que lo hiciéramos mejor. Siempre estuvo al pendiente de nuestros puntos fuertes y débiles, empujando los primeros y fortaleciendo los segundos. Oscar generaba en nosotros la capacidad de autocrítica, de corregirnos por nosotros mismos y de crecer a nuestro ritmo. Oscar creía firmemente en los creadores mexicanos, en que nosotros éramos quienes tendríamos que estar compitiendo con los superhéroes norteamericanos y aunque es un sueño complicado y difícil, la convicción de creer en uno mismo, en que podemos lograr lo que nos pongamos en mente, es una de sus más grandes enseñanzas y parte esencial de su legado.

Descansa en paz, Maestro.

Gracias por todo, querido amigo.

enero 05, 2021

Reyes Magos ¿creer o no creer?


 El 5 de enero es un pretexto excelente para reflexionar un poco sobre la diferencia entre creer y saber. Ya que en redes sociales surgen de repente comentarios sobre la existencia de los Reyes Magos, e incluso he visto comentarios de falsa virtuosidad que cuestionan la realeza y la magia como asuntos que deberían ser descartados o descalificados. Tampoco es que nos pongamos en el otro extremo y pequemos de gazmoños. Los Reyes Magos de entrada no se mencionan en ningún libro del antiguo testamento, aparecen brevemente en el evangelio de Mateo. La historia es bien sabida, Herodes mandó matar a todos los niños nacidos en un periodo específico de tiempo en el que una profecía anunciaba el nacimiento del rey de los judíos. Esta profecía provenía de la misma boca de los magos, cuya naturaleza era bastante diferente en la concepción semántica de la palabra.

Los magi eran un grupo de hombres de origen Persa que fungían como personas que llevaban a cabo rituales de nacimiento y muerte. Basaban muchos de sus rituales en la observación de los astros, cosa que aún rige algunas creencias de las personas que leen sus horóscopos. Estos magi tienen su encuentro con Herodes, quien no quiere dejar el poder, y teme que este "rey de los judíos" se lo quite. Así que manda matar a todos los recién nacidos un 28 de diciembre. Fechas que no se mencionan abiertamente en el nuevo testamento, en el evangelio de Mateo. Tampoco se menciona que hayan sido tres, ni su raza ni los animales que montaban. Todos esos elementos dramáticos serían construidos durante la edad media en las representaciones teatrales religiosas, ya que los autos sacramentales (obras dramáticas sagradas) estaban basados en la biblia y en la hagiografía (la historia de los santos).

Así que ya entrados en el canon de los autos sacramentales y con esta mitología que los define para que la tradición oral pueda tomar su lugar en el proceso de evangelización, tenemos tres reyes magos específicos, sus nombres aparecen escritos en un mosaico en Ravena, Italia del siglo VI, pero se sabe que surgieron antes, precisamente para los autos sacramentales. Previo a la edad medieval no se menciona que hayan sido reyes y esta idea nace con las concepciones pictóricas que así los mostraban, ataviados como reyes con regias túnicas y albornoces. Hay que tener en cuenta que durante la edad media la tradición oral impera, que no hay autores de lo que se escribe y que las representaciones teatrales se hacían en lugares públicos frente a personas que quizá no siempre interpretaron adecuadamente lo que se les mostraba. Las probabilidades de que la leyenda fuera cambiando y enriqueciéndose con el paso de los siglos es muy evidente.

La palabra Magi que se torna en mago, toma un cariz fantástico en las mentes del catolicismo español y es muy lógico ver que se vuelve en un tropo que puede fácilmente irse traspolando al contexto social en el que los niños reciban regalos, como alegoría religiosa de esta historia, que ya trasciende las páginas del evangelio de Mateo e incluso de los propios autos sacramentales y se asienta firmemente en costumbres y tradiciones de la población católica latina. Teniendo un origen tan eminentemente social y popular, no nos ha de extrañar que hoy siga adaptándose incluso a hábitos tan heterodoxo como enviarles una carta en un globo, cosa que parece tener más un trasfondo económico que cultural, aunque todo termina siendo siempre parte de la cultura.

Así que, creer o no creer.

Toda la primera parte es una brevísima explicación de lo que sabemos sobre los Reyes Magos. Ahora que ya lo sabemos ¿es posible seguir creyendo? La creencia es un término que no se usa muy comunmente en la filosofía y definitivamente no se usa en epistemología. Recordemos que el estudio del conocimiento y las formas en las que conocemos son esenciales para desarrollar aprendizajes correctos, y efectivamente, lo que se busca es llegar a un conocimiento de la realidad a través de la verdad. Pero la "verdad" no es admitir o exhibir lo que acontece en los hogares la noche del 5 de enero… la verdad es un concepto que se construye a través de premisas. Las premisas son la esencia de la existencia humana. Una premisa es una oración que plantea algo que puede ser o no verdad, por ejemplo: Plutón es un planeta. Es una premisa que según la época en que se investigue, será verdadero o falso.

Sin entrar en demasiados enredos de la lógica formal y la epistemología, la creencia es la actitud que un sujeto tenga frente a la premisa. Es decir, creer no es saber, es suponer, que la premisa es verdadera, o bien falsa. Sabemos que la lógica formal está dedicada a probar y comprobar las premisas y así, hayar la verdad. Pero no es posible andar por la vida cuestionando, y sobre todo, comprobando a través de las operaciones de la lógica si cada premisa con la que vivimos es verdadera. Por eso el pensador español Ortega y Gasset consideraba que la creencia era un estado, un “estar” sin pensar. Plantea que cuando decidimos salir a la calle, no “pensamos” la calle, no nos preguntamos si la calle va a estar ahí cuando abramos la puerta. Ese conocimiento de la calle y el dar por sentado que ahí está y estará es creer. Razón por la cual no tenemos que “aprender” a atarnos las agujetas cada que nos ponemos zapatos. Hay cosas que simplemente son, y están. No sólo en el mundo externo, sino sobre todo, en el mundo interno de la mente.

Los Reyes Magos tienen como concepto, como creencia, es decir, como un “algo” abstracto (y a veces bastante real) bastantes siglos como para que el inconsciente colectivo los tenga presentes sin tener que pensarlos mucho y sobre todo, sin ponerlos a prueba o cuestionarlos. Es sólo a últimas fechas, sobre todo después de la caída del World Trade Center en NY, que la sociedad ha tornado su meditar hacia lo científico y lo racional, porque creíamos que había cosas imposibles. Vaya, no sabíamos que se podía vivir un evento como ese. Nos despertó de un sueño en el que creíamos que podíamos hacerlo todo, pero que no nos podía pasar todo. La actual pandemia de Corona Virus viene a reforzar esta actitud (¿recuerdan que las premisas necesitan de la actitud del sujeto?). Creemos que volteando hacia lo racional (que no necesariamente es científico) estaremos a salvo y podremos encarar mejor lo que venga, porque ahora ya sabemos que lo inimaginable puede venir. Pero, con esa hermosa ironía de que creíamos en lo que no podíamos ver. La Biblia en el antiguo testamento precisamente define la fe como: [...]la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”.

En fin, los Reyes Magos son muy reales. Son Reyes, porque así se llaman y son Magos porque ese es su epíteto desde hace más de quinientos años. Creemos en ellos porque al igual que tantas cosas que suceden y son, pues ahí están y son evidentes. Te vas a dormir la noche del 5 y el 6 por la mañana ahí está la evidencia de su visita. Y es magia. A veces pareciera que olvidamos que la magia la tiene que hacer alguien, que la magia no se da de la nada, y para citar un científico, a Lavoisier “nada se crea ni se destruye, sólo se transforma” y la voluntad de los seres humanos se proyecta en todo lo que hacemos ¿y no es al final del día mera energía aplicada a la transformación de la realidad? Y qué si hay manipulación de la percepción. Diario vivimos con ella y a niveles más perversos cuando hablamos de noticieros y de mercadotecnia.

Nada me espantaría más que vivir con la verdad científica, dura y racional de ver el mundo tal y como es. De entrada porque las operaciones mentales, lógicas, de estar cual Sócrates cuestionándolo todo para ver si es verdad, serían imposibles. Porque mi moral, mis valores, mi imaginación y mi capacidad creativa morirían si viese el mundo así. Asimov lo entendió, por eso lo plasmó en novelas como el Hombre Bicentenario y Yo Robot. La verdad es que los Reyes Magos son Reyes Magos. La verdad es que sé mucho sobre ellos. Pero sabiéndolo, al final del día, prefiero tomar la decisión consciente de creer en ellos.

D.M.

Enero 5, 2021

diciembre 28, 2020

Cine y Pandemia

 


Cine y pandemia

Cuando se destapó esta lata de gusanos a mediados de marzo, yo creo que todos imaginábamos que la cosa se resolvería en cuestión de unas cuantas semanas. Algunos de nosotros habíamos vivido ya una pequeña pandemia en 2009 y las cosas se habían normalizado en cuestión de unos pocos meses. Por aquel 2009 se había estrenado la película de Wolverine: Origins. Es curioso como esto de las pandemias se da en primavera. Los cines fueron cerrados y el estreno del 30 de abril fue cancelado. La fuimos a ver hasta agosto, quizá septiembre de ese año y no pasó de ahí.

Crecí viendo cine. Mis papás son los que me indujeron a este vicio, no éramos una familia adinerada, pero al menos una o dos veces al mes estábamos en una sala de cine. Viajábamos hasta la ciudad de Puebla a ver estrenos de Sylvester Stallone o de Arnold Schwartzenneger, en cine vi Ghosbusters, Back to The Future y E.T. entre docenas más. Un buen día la tecnología nos alcanzó y gracias al videoclub pude saciar esta hambre de ver películas sin necesidad de ir hasta la capital.

Claro, llegaron también las salas de cine locales, que fueron mi casa cinematográfica durante los felices años de mi pubertad y adolescencia. Llegó un momento en el que ya no requerí de alguien para acompañarme al cine. Si no había familiar o amistad disponible yo encontraría solaz en la sala oscura frente a la pantalla de plata, y sí, durante muchísimos años le llame Templo, porque ahí fue donde encontré mi primer amor narrativo y le rendí culto a directores, actores y productores.

Fue así, y a través de unos 30 años que me convencí de que la experiencia cinematográfica era la mejor manera de vivir la narrativa audiovisual. En una proyección de Imagine de John Lennon el dueño del cine le dijo a mi papá que no había mejor forma de ver este documental que así (una ironía increíble, ya que ese cine sólo tenía un par de bocinas detrás de la pantalla) y los comerciales de radio de otra sala clamaban que “el cine se ve mejor en el cine” y jamás olvidaré el tema musical de esos spots, ni la música de sus intermedios.

Pero todo eso no es más que nostalgia. Esos años, muchos años, de ir al cine se tornaron en una idea confortable, onírica y hermosa de pasar tiempo con alguien, o bien conmigo mismo. Durante muchos de esos años el placer de ir al cine era sólo eso, IR, estar ahí. Sentir el suelo pegajoso, el aroma a palomitas y alfombrados, sentarse dos horas (cuatro cuando iba a los locales a la permanencia voluntaria, función doble) en una butaca incómoda, porque durante años las butacas fueron de verdad incómodas.

Y lo viví sin riesgo alguno.

Puedo sentirme feliz de haber estado ahí en esos piojoramas que te daban ladrillo, periódico y palo, de haber entrado a Talos La Momia en lugar de La Momia (de Sonnenfeld), de haber hecho la fila blockbusteriana en 1998 para entrar a ver Titanic. En dos diferentes ocasiones. Estuve en docenas de estrenos de media noche. Era el único en quedarme a ver todos los créditos en épocas en las que muy rara vez valía la pena hacerlo. Me obsesionaba verlas en viernes en el primer día de estreno y asistí a los pre-estrenos de la Edición Especial de Star Wars en 1997, pasaporte rebelde en mano.

En marzo de 2020 se cerraron todos los cines nuevamente y para mi cumpleaños, en el cual casis siempre íbamos al cine, estaba planeada la visita al susodicho “templo”. Tiene ya casi 10 meses que no voy al cine y este aislamiento me ha dado tiempo para comprender lo que George Lucas clamaba a fines de los noventa “la mitad de la experiencia cinematográfica es el audio”. Francamente no he extrañado un ápice tener que subirme al auto, viajar hasta el mol, hacer una fila en la dulcería para comprar palomitas y refrescos a precio de taquería y pasar dos horas en una butaca menos incómoda que en mi juventud. Lo que era realmente extraordinario de esa experiencia era el sonido. Muchísimas veces demasiado alto para los estándares del Dolby o el THX, a últimas fechas se sentía más como un baile sonidero donde la calidad de la música es lo de menos, lo importante es que suene fuerte.

La mejor época del cine, la de los boletos electrónicos (no más filas, eso lo amé), la de las butacas menos incómodas, la de salas tipo estadio y el mejor sonido envolvente, fue mal llevada a cabo por empresarios que de todos modos te forzaban a hacer una fila para comprar comida, que no siempre ecualizaban el sonido en las salas y de butacas que se reclinaban para golpearte las rodillas o sentir las patas del de atrás con mayor precisión. No lo extraño. Quizá porque viví la evolución de la sala de cine y me tocó asistir a muchísimas en el país. Básicamente a donde iba de visita lo primero que quería hacer era ir al cine.

El riesgo actual de contagiarse de corona virus en una sala de cine es altísimo. No sólo en la sala. En todo lo que conforma la infraestructura del cine mismo. Hay media docena de lugares, tan sólo en el cine, donde te puedes contagiar fácilmente. El riesgo de contagiarte en el mol es alto y hay que ir al mol para ir al cine. El cine tiene aire acondicionado y un sistema de ventilación que abarca desde los baños, hasta las salas y todos los lugares de empleados. El cine se convirtió en una peli de terror. Todas las medidas de seguridad y de higiene no van a detener a un asintomático de ir al baño y ahí tocar todo antes de que alguien llegue a limpiarlo. De que estornude o tosa. De que toque cualquier barandal, asiento, puerta antes de que alguien llegue a sanitizar.

Si has visto películas de zombis sabes bien que sólo necesitamos un infectado. Uno que no hayamos detectado. Uno que pase por el filtro (y los filtros no son muy buenos). Uno que se quite el cubrebocas. Uno que lleve cubrebocas de válvula que lo protege a él, pero no a los demás. Uno que ni siquiera sabe que está infectado. Lo leímos en The Last Stand de Stephen King, vaya, quién no recuerda el final de Fearless Vampire Killers de Roman Polansky para que nos demos cuenta.

Gracias cinito. Eres genial, y al mismo tiempo, temible. Porque mientras mi vida, y sobre todo la de mi familia, este en riesgo; no voy a pisar un cine.


D.M.

28 de diciembre, 2020


agosto 16, 2020

Crónica de un Profe en la Era del COVID-19

 Y un día nos levantamos con la noticia de que había un nuevo virus de gripa como aquella del 2010, y nadie se imaginaba que iba a ser muchisísimo peor, bueno, hubo quien ni se acordaba de la del 2010 y hay niños de primaria que ni les tocó. A los profes de repente nos dijeron que se iban a suspender clases y en una de las prepas donde trabajo esa última semana de clases presenciales pum que se desata un contagiadero de hepatitis en el segundo C y que se van dos días antes a su casa todos. Yo de inmediato que hago los classrooms y que le aviso a mis jefes de grupo, no es por farolear, es en serio. Al siguiente lunes ya nada volvería a ser igual, porque además en la otra prepa donde trabajo ya teníamos semana y media trabajando de forma virtual, no más chamacos en los salones y no más salir a las seis y media de casita para hacer corajes con los papases que manejan como si hubieran leído el manual anticarreño de manejo.

Iba a escribir “para no hacerles el cuento largo” pero ni sé escribir así, entonces pues el cuento es largo. Yo comencé a hacer los classrooms basado en las clases que impartía presencialmente. Con veinte años de lidiar con 50 chamacos por salón uno aprende muchos métodos que a la larga se tornan vicios. Me recuerda a mi querido profe de dibujo que siempre dijo que más vale educar el talento que corregir el vicio, por vicio se refería a métodos y formas de hacer las cosas que parecen fáciles, pero son incorrectos, y los resultados de usar dichos métodos obviamente son igual de malos. Así que don covid vino a hacer eso, pulir talento y a [intentar] corregir vicios, y al hacer esto último PUM comenzaron a salir no nada más los que eran evidentes (que caían bajo la mirada que sufre de sobrepeso) sino nuevos vicios que vivían bajo la mesa y que nadie veía ni siquiera con la vista obesa.

Esos vicios se clasifican bajo categorías que dependen de dos principales variables, la primera y más importante: la edad. Estoy escribiendo una crítica súper light y sin ánimo de señalar a nadie, pero es muy real la brecha tecno-generacional y ha sido el elefante en en medio del cuarto académico desde marzo de este 2020. En múltiples reuniones, todas virtuales, en las escuelas donde laboro, con los locales, con los estatales, con poquitos y con cientos, he escuchado las explicaciones más lógicas y las más disparatadas. Compañeros que justifican y explican las razones por las que este asunto ha sido tan difícil, porque sí lo ha sido, pero esto viene a la segunda categoría: La cultura. Que irónicamente depende en mucho de la generación que seas. Apesta, pero así es.

Sin embargo, esa cultura es la que determina que una persona de más de cuarenta años de edad tenga la disponibilidad absoluta de aprender a usar nuevas herramientas, a pulir su talento, en lugar de corregir sus vicios. Yo mismo vi mis vicios y afortunadamente pude comenzar a eliminarlos gracias a que también pude ver mis talentos, y al pulirlos, los vicios  comenzaron a corregirse poco a poco. En fin, uno de esos vicios que son producto de la cultura es el prejuicio que se tiene sobre los recursos digitales. Dicho en buen español, hay un grupo de tamaño desconocido de profes que te van a decir que nunca jamás de los nuncas vayas a usar ni por error a Wikipedia. Y van a echarse un choro interminable y que un becerro no podría digerir sobre como la información de wiki es la peor maldición que le pudo haber caído a la humanidad desde que Pandora abrió su mentada cajita dejando hasta el fondo un libro de texto que él o ella han venido usando desde que comenzaron a ser profesores, cuando pulían talento en lugar de generar vicios, lo que es, sinceramente muy natural.

Es una de esas ironías dickensianas que ese recurso digital se explica a sí mismo y que muchos otros sitios tienen profunda y extensa información sobre su funcionamiento. Sí, vamos a ser muy francos, yo vi esa página de wiki donde la entrada de Benito Juárez en inglés decía que se llamaba Benito K. Mela y también vi esa donde el gobernador de Puebla era asociado a un personaje de Star Wars. Pero, también fui quien le comentó a un buen amigo que trabaja para wikimedia sobre el asunto y en cuestión de minutos la información ya estaba corregida.

Por otro lado, no puedes citar a wiki, porque no tiene autor. Cualquier persona con un dedo de frente y de formato APA está familiarizada con las reglas para referenciar. La APA tiene gratuito en su página un manual de citación y referencias. Así que creo que esos profes que entran en modo vade retro con wiki están inmersos en una cultura, bastante televisiva, de creencias que todo mundo sabe y que nadie confirma. Como el chupacabras y Nessie.

Entonces esa mañana que nos levantamos con la noticia y la orden de que todo iba a ser por internet puso de cabeza y en serios aprietos a todos esos profes que le tienen su respeto al internet y que normalmente disuaden a los estudiantes de usarlo porque están en la creencia de que tiene más contenidos basura que información verídica y científica. Es una triste realidad que google scholar tiene un contenido mayormente en lengua inglesa y que muchos estudiantes (que llevan inglés obligatoriamente, todos) no pueden leer porque esa barrera del lenguaje les cierra las puertas a un mundo de información que ya no requiere de ir a la biblioteca. No todas las generaciones han tenido la fortuna de poder usar una biblioteca en las épocas de los tarjeteros. No saben lo que era difícil, para apreciar lo fácil que es hoy.

Pero, independientemente de que todos tendríamos que saber inglés, hoy más que nunca, porque todo va a ser por internet y éste se ha fortalecido de sobremanera en todo el mundo, todos estamos ya obligados --casi-- a entender y conocer las virtudes y sobre todo, las miríadas de herramientas digitales que podemos encontrar abriendo el explorador de internet. Hay toneladas de tutoriales y de recursos para hacer mil y un cosas para dar las clases. Sólo requerimos de cambiar nuestra forma de pensar, nadie está exento, ya no hay pero que valga y la tolerancia que debemos tener hacia quienes se encuentran en el extremo de la brecha tecnológica es esencial, pero esas personas deberían ya solicitar ayuda, porque muchos aún no lo hacen y están sólo pensando en formas de excusarse y justificarse, poniendo a los estudiantes primero y como pretexto para exponer su falta de voluntad. Debemos dejar de criticarlos, y ayudarlos. Aunque esto implique que primero, ellos deben abrirse al momento que se está viviendo. Porque nadie se está haciendo más joven y los recursos se desarrollan en manos de miles de jóvenes que a diario están diseñando nuevos sitios y herramientas. Y así como nadie está a salvo, nadie debe quedarse tampoco atrás.


agosto 12, 2020

Sparkshorts, el declive de un género.

 

Disney Plus puso en su plataforma todos los cortitos de Pixar que se han estado realizando recientemente y los ha llamado Sparkshorts. Recién tuve oportunidad de verlos y mi reacción fue abiertamente de desagrado. Sé que hablar mal de pixar y su contribución a los cortos animados es pintarse una diana en la espalda para ser atacado por miles de fans que son fieles a la casa productora, que por cierto nació en las oficinas de Industrial Light and Magic en los ochenta y que ha producido algunas de las películas animadas más hermosas y geniales de este siglo. Pero estos cortos ya cayeron en una franca fórmula que los norteamericanos llaman “tear-jerker” y que no podemos traducir como “chavacanos” ni como “cursis” sino sencillamente como un producto que está siendo muy condescendiente con una línea narrativa que viene dictando la empresa desde sus comienzos.

El asunto es que las fórmulas tienen su límite y yo siento que ya han alcanzado éste con esta nueva colección de cortos de los cuales el único que a mi parecer sobresale es Kitbull, el cual por cierto ganó un premio Oscar en la entrega del 2019 y me parece muy bien ganado. Los otros cortos presentan cosas muy interesantes, pero aisladas. El primero de la bolita de estambre no contribuye a nada, mostrando una historia ripiosa con un tema increíblemente choteado. Excepto por la animación de la misma bola de estambre y el manejo de  las texturas, que es fantástico (pero no, como argumentaré más adelante).

Otro que fue muy interesante fue el de los robots en el tren. Me pareció muy bien realizada la animación en torno a la expresión de las emociones en personajes que no tienen un rostro humano y su única forma de expresividad está en el uso de párpados a través de las láminas tipo diafrágma de cámara fotográfica. Una vez más vemos el despliegue de texturas e iluminación que son increíbles y que simulan un mundo real y asentado en la física de la gravedad y la iluminación. Por otro lado, la historia que comienza muy bien, termina siendo nuevamente un tropo cansado y reiterativo.

Así son casi todos, pero los dos más tristes son el del niño volador y el de la niña con autismo. Sus mensajes no son ni siquiera una narración, son como un comercial de creación de conciencia de estados, como el autismo, o de metáforas simplonas como “ser diferente” que Stan Lee creó en sus X Men hace más de sesenta años, en personajes que por lo menos son tridimencionales (y no me refiero a la animación) y con narrativas innovadoras y tropos interesantes. Estas dos historias no son historias y si bien los temas que tocan son relevantes, no los estoy minimizando ni mucho menos, considero que si ya estás gastando el dinero en una animación por computadora tan compleja por lo menos tus guiones deberían tener una estructura más enfocada, más dentro de los parámetros narrativos..

Sí, los cortos no necesariamente siguen una estructura diegética, lo sé. Pero estos no llevan a ningún lado, de hecho me parece que se estancan y que su único acierto es crearnos lo que llaman en EU el “awareness” que acá se llama “creación de conciencia” pero que no es una buena interpretación a una acción de darse cuenta y generar una reacción de conocimiento hacia un fenómeno, como por ejemplo, el autismo. Que sí me parece relevante y el único aspecto que es genial de estos cortos. Pero nada más. Luego vienen las texturas, la iluminación y ese diseño tan hermoso de personajes que ya tienen rasgos humanos y de raza, esa es la parte que a mí me causa escalofríos.

Una caricatura es, bajo cierta definición y entendido, una representación con rasgos modificados de un ser humano o un animal. La caricaturización tiene muchos años, pero ve su consolidación en los primeros periódicos del siglo XVIII cuando comenzaron a burlarse de Napoleón, realizando caricaturas de él donde exageraban sus rasgos y le hacían burla. Son una derivación de la parodia y se convirtieron en todo un género periodístico que encontraría su lugar en la historieta con el famoso Yellow Kid. Esas primeras tiras cómicas de finales del siglo XIX presentaban personajes caricaturizados en situaciones estereotípicas, parodiando escenas de la vida cotidiana del país o región donde se realizaban.

Los dibujos realistas no se mezclaban con la caricatura, pero fue dándose este fenómeno en las propias historietas cuando se tornaron un género narrativo muy popular y grandes maestros del dibujo como J.M. Severin en E.U. y José G. Cruz en México comenzaron a dibujar historietas con dibujo no caricaturizado y en situaciones y contextos que ya no eran burlones. Porque el dibujo “artístico” realista no se mezclaba con cartones periodísticos ni con cuentos para niños. Así que cuando veo esos personajes caricaturizados de Pixar, con texturas reales, de piel, cabello y todo el rollo, me da escalofríos. Me parece a mí grotesco. (ver imagen).

Este es el grotesco resultado de convertir a 3D un dibujo

Pero es que pasamos evolutivamente de una cosa a otra sin siquiera pensar, bueno, quienes lo realizan, animadores y productores, jamás pensaron en que cada género tenía por decirlo así su lugar y su estructura. Pero el principio del siglo presente vio su último respiro de “novedad” cuando muchos comenzaron a hacer las cosas, sólo porque se podían, sin pensar si era correcto o bueno. Es lo que le pasó a John Hammond en Jurassic Park y que plantea el doctor Alan Grant. Así tuvimos expresiones mediáticas como Jack Ass, que hacían cosas sólo porque nadie las había hecho antes (que es muy debatible, si vemos los filmes de Buster Keaton y Harold Lloyd)...

Esa espinita de saber qué cosa es cual, de dónde viene, surge, dónde se desarrolla y cuál es su contexto comunicativo, cómo funciona y porqué funciona bien y cuándo deja de funcionar pero sigue funcionando porque nadie se fija, o nadie sabe y si saben no les importa porque le entramos a una idea colectiva de “Ah qué chido” y yo participé de ello, cuando vi Aliens Contra Monstruos ese Real3D me pareció la leche y por un segundo quise ver muchísimas películas así. Hasta que me dí cuenta que ver películas en 3D también es un error, un error hermoso cuando ves Avatar, pero cuando la ves normal es exactamente la misma película. Son creaciones bidimencionales, como las historietas y sus antepasados, la novela y la pintura.

Por esa razón,  a mí, de forma particular esos cortitos de pixar me dan escalofríos. Ver esas caricaturas humanizadas, o esos humanos caricaturizados es increíblemente grotesco, pero no están listos aún para darse cuenta. Razón por la que Peter Jackson fue de los pioneros en un tipo de horros y gore que caricaturizaba las figuras (Bad Taste, Meet The Feebles) y filmes como Ereaserhead de David Lynch, así como Hellraiser y sus Xenobitas. Ojalá no se den cuenta nunca, porque no podrán volver a ver un corto de pixar igual.

Por eso no los recomiendo. Por eso no vería otro corto de pixar a menos que fuera una caricatura animada, con líneas, colores y que parezca una pintura o un dibujo. Por eso siempre hablo pestes de la animación 3D, pero las nuevas generaciones ya ni siquiera saben que antes las películas animadas eran dibujos. Así que sé que seguirán produciéndose como para toda la vida y tendré que simplemente, no verlas.

julio 29, 2020

Evitando lo inaplazable



Corría el año de 1995 cuando fui a ver Apollo 13 de Ron Howard. Se convirtió en una de mis películas favoritas, porque francamente la carrera espacial es algo que me fascina desde hace muchos años y las horas que he pasado viendo documentales sobre el tema sobrepasan sumadas varios días. Pero, ese filme cuenta no sólo la historia de tres astronautas en serios aprietos y al borde de perder la vida. Cuenta la historia de un grupo de ingenieros y expertos de la NASA resolviendo problemas para los cuales no estaban preparados. Una de mis escenas favoritas es la resolución del asunto del filtro de aire. Donde tienen que hacer que una forma cuadrada entre en una ranura cilíndrica. Entran a un cuarto y echan sobre la mesa todo lo que tenían los astronautas. Esto es lo mismo que ellos tienen. Plantean un objetivo: Hay que hacer que esto, entre aquí. A trabajar.
El problema lo resuelven no sólo logrando la realización de un filtro funcional. Algo súper importante: Redactan paso a paso el cómo hacerlo. Ya que uno de los miembros del equipo de CAPCOM tiene que irles dictando lo que necesitan y cómo ensamblar su filtro en el módulo espacial que deriva sobre la órbita del planeta. Es un mero ejemplo de la docena de problemas que tuvieron que resolver. Ese es el asunto. NASA es un ejemplo de cómo existe una metodología para resolver casi cualquier problema que pueda surgir. Con base en la ley Murphy, basada en un miembro del equipo de Chuck Jeager que dijo famosamente una vez “todo lo que pueda salir mal, seguramente lo hará”. Creando la regla básica de cualquier prototipo: Pensemos en todo lo que pueda salir mal.
Así llegamos al punto donde se genera el fenómeno del “Cisne Negro”. Todavía hace unos cien años nadie creía que era posible que hubiera un cisne negro, ya que todo mundo (todo mundo hasta ese momento) sólo había visto y reportado cisnes blancos. Por lo tanto, cuando se vio uno negro de inmediato se cayó en el fenómeno de no poder creer lo que se estaba viendo. Es un fenómeno epistemológico que nos planteó un profe de historia en la Facultad un día que nos dijo, que cuando la primer carabela arribó a costas mayas en el siglo XV el maya que estaba en la playa, no la vio. No la vio porque su cerebro no pudo procesar, de primer vistazo, lo que estaba percibiendo porque era un “cisne negro”. Obviamente la percibió con la mirada, pero cognitivamente no pudo “verla” porque no tenía un contexto para compararla con nada de lo que conocía previamente.
Fenómeno que le pasó a muchísimas personas el 11 de septiembre del 2001 cuando los aviones comenzaron a estrellarse en el World Trade Center ¿cómo puede tu cerebro entender lo que está pasando si es impensable? No había un marco de referencia, a pesar de tantas películas de desastres, incluyendo las de invasiones, como Independence Day. Ese día docenas de empresas de seguros cambiaron su forma de ver y prever los siniestros. Porque son las aseguradoras y sus equipos de trabajo quienes están más inmiscuidas en la prevención de la Ley de Murphy. Los investigadores de las aseguradoras trabajan en las escenas de los accidentes generando escenarios, a través de ingeniaría reversa, entre muchos otros métodos, para poder pensar en todas y cada una de las posibles maneras en las que algo puede salir mal.
Pero esta forma de pensar no debería ser exclusiva de instituciones como la NASA y empresas como las aseguradoras. Es una estructura de pensamiento que deberíamos de adoptar en nuestra casa, en el diario vivir, ir y venir. Porque lo que pueda salir mal va a pasar y puede comenzar con olvidar algo cuando se sale, y terminar en accidentes por no haber pensado en que alguien iba a conducir en sentido contrario. No es una mentalidad suspicaz, eso sería simplificarlo, no es estar estresado de pensar que vivimos en una secuela de Final Destination y que en cuando suene John Denver nos va a caer un piano sobre la cabeza. Es un proceso de prevención básico que nos mantiene atentos, sin estrés, sin ansiedad. No es preocuparse, es ocuparse. La extensa mayoría de los accidentes pasan en casa, en el baño en primerísimo lugar y después en la cocina (datos de quién creen ¡de las aseguradoras!). Todo comienza en pensar en lo que se requiere de forma básica. Instalaciones eléctricas, de gas, de agua. Saber dónde están y cómo funcionan, dónde están las llaves de paso y cosas así de sencillas.
Pensar en nuestro contexto, análisis también muy sencillo y necesario, si vivimos en una casa de una planta, de uno o más pisos, en una zona urbana o rural, en un edificio o en un residencial. Localizar los accesos, las salidas, las zonas de seguridad y las de riesgo. Si tenemos cables de alta tensión y transformadores. Dónde están colocados los tanques de gas, los breakers de la luz y asuntos de esta índole. No estoy dando consejos, no es el manual de la NASA para armar un filtro de aire para el módulo espacial. Hay literalmente docenas de libros que son para consultar estas variables que menciono superficialmente y debe haber cientos de páginas web que también brindan esta información que deberíamos analizar.
El objetivo de mencionarlas es sencillamente ejemplificar la miríada de cosas en las que deberíamos pensar y estar atentos. Porque al salir a la calle se cambia de escenario y las variables se acumulan. Yo solía cometer uno de los errores más básicos de todos: Escuchar música con audífonos mientras caminaba por la calle. Pareciera algo tan común, es increíblemente habitual y quien lo esté leyendo pensará que exagero y que no es riesgoso. Pero lo es. Nuestro sentido del oído es nuestro mejor aliado en la calle, ya que todo hace ruido. Los coches prototipo del “futuro” tendrán motores silenciosos, y por ley, tendrán bocinas que difundirán a peatones el sonido de un motor. Porque ese sonido es lo que nos indica si estamos o no en riesgo.
Claro, los autos no circulan por la banqueta y demás razones basadas en la cotidianeidad de “pues a mí jamás me ha pasado” hasta que das la vuelta a la esquina y hay un auto colisionado contra la pared, completamente subido en una alta banqueta. Hasta que caminando por la calle ves caer de un puente a un auto sobre una combi. Hasta que ves un cafre pasarse un alto y hacer volar dos metros en el aire a una persona. No te va a pasar, piensas. Pero todo lo que pueda salir mal, va a pasar. No te ha pasado aún, no te va a pasar mañana. Pero te va a pasar, si no lo prevés. Precisamente por la probabilidad estadística, la misma que mató a la tripulación del Apollo 8 en una de las peores tragedias de la carrera espacial, que se repitió en 1984 con el Challenger. Y le pasó a la institución cuyo trabajo es pensar en todo lo que va a salir mal, para que no pase.
No es para estresarse. No es para angustiarse. No están tocando a John Denver en la sala de espera del aeropuerto. Es sentido común, el menos común de los sentidos. Es estar consciente de nuestro entorno, todo el tiempo, porque si algo me han enseñado las calles de mi pueblo, es que nunca, jamás, va a faltar una persona en motoneta que va a hacer algo que no pensó ni por un segundo, ciega a su contexto e ignorante de las consecuencias. Acción que va a seguir haciendo, porque jamás le ha pasado algo. Hasta que le pasa. Es cuando va a concluir de forma muy lógica que no fue su culpa, y por eso nadie jamás dice “yo lo choqué”, y siempre vamos a escuchar “me chocaron”. Esa forma de pensar es la que nos lleva a sufrir docenas de cosas total y completamente prevenibles.

julio 26, 2020

La Muerte del Cómic. Parte III.

El nacimiento del MCU trae el fallecimiento del cómic. Comenzó a fines de los noventa con la transfiguración del acumulador, amante de las cosas ñoñas, a un "coleccionista". Gracias al bendito capitalismo y a esos pirrurris fayuqueros que nos vendieron sus monos americanos así como sus mamás vendían ropa de la paca (a finales de los ochenta). Ironía de ironías hoy que son pocas las cosas que son exclusivas de los vecinos del norte. Pero el camino andado es difícil de desandar y la mayoría de las personas nos ven a los acumuladores como coleccionistas y esa etiqueta es indeleble. Esa etiqueta que las empresas que fabrican mugre ñoña nos venden ya en ventas directas como coleccionables a cuentagotas para hacernos creer que tenemos un exclusivo de miles de piezas, pero exclusivas.
En el año 2008 la escena post-créditos, que no todo mundo vio, de Iron Man tenía un huevo de pascua que Favreau puso sin siquiera pensar (él lo declaró) en que habría, ni siquiera, una secuela. Ese huevo de pascua fue The Avengers Iniciative, que era un arco de los cuentos, vamos ya a llamarles cómics para actualizarnos, del universo Ultimate creado por Mark Millar (el creador de Kick-Ass, pa'que se entienda) que era básicamente un Universo alterno donde Nick Fury era afroamericano (porque los ñoños de la vieja guardia sabemos que Nick es un ex-soldado de la segunda guerra mundial, blanco) y en uno de esos cómics lo dibujaron como, quién creen, Samuel L. Jackson. Era una referencia ñoñísima, porque Favreau es un ñoño de la más vieja guardia. Si los GenExers somos fans de hace diez minutos, él es de hace una hora.
Dato curioso, Ultimate Avengers son el resultado de Ultimate Spider-Man, publicado por primera vez en 2000 escrito por Brian Michael-Bendis (él es el papá de Miles Morales), le siguió Ultimate X-Men en el 2001, Ultimate Fantastic Four (mi favorito, antes de Ultimate Spider-Man) y, finalmente, The Ultimates. Esos cómics fueron verdaderamente innovadores, creando puntos fantásticos para nuevos lectores que podían entrarle a personajes muy viejos (sesentas) reimaginados, con historias nuevas e innovadoras historias que "actualizaban" los personajes clásicos. Fue, en mi opinión personal, el último "movimiento" verdaderamente atrevido e innovador de Marvel. Obviamente DC estaría intentando perseguir esas ventas y ese público, cimentado firmemente en Batman y en la serie animada de Justice League que era consecuencia del éxito de Batman The Animated Series de finales de los noventa.
Así que esos fans de hace cinco minutos que le cayeron a los cines con sus amigos y familias, generaron eso que hoy le llaman Hype, el jaip vaya. Y no se puso de moda, se convirtió en un paradigma. Lo que fueron las películas de vaqueros en las décadas de los cincuentas y sesentas. Pero no querían leer. No les gustaba, no lo habían hecho antes y cómo porqué lo harían ahora. Como los cómics se volvieron también coleccionables, que la primer aparición de fulano, que la muerte de mengano, y comenzaron a publicarlos en papel más finolis, en ediciones cada vez más especiales con portadas variantes, holográficas, que se desdoblan, que se doblan, que brillan en la oscuridad y sobre todo, que cuentan historias que duran veinte números y que cruzan diez títulos y que rediseñan personajes que se convierten después en monitos de colección que no se juegan de 20 dólares que ya ni piden los niños para reyes.
Como las pelis comenzaron a hacer más dinero que los cómics, qué creen que comenzó a pasar. Ah, pues algún trajeado corporativo tuvo una gran idea "vamos a basarlos en las pelis" cuando todo comenzó AL REVÉS, cuando Jon Favreau, príncipe de los Nerds había basado su Iron Man en cómics ¡que ya habían sido publicados! y como buen nerd, su conocimiento inútil del personaje lo aplicó al filme creando una fórmula, porque en cine todo es una fórmula, y zaz, ahora todo está basado en un cómic... que se va a agotar, escúchenme, se va a terminar porque las ideas de los cómics ya están ligadas ¡a las películas! y se ha generado una entropía espantosa, donde ninguno de ambos medios presentan ya muchas ideas originales.
Los cómics ahora como son coleccionables, tienen que ser, perdón por el triste pleonasmo, de colección y ahora se contratan escritores de renombre que puedan levantar las ventas, porque las personas no quieren invertir equis cantidad de AÑOS de su vida en leer la vida de un personaje, quieren invertir en dos o tres horas de entretenimiento que no requiere más que de haber visto unas cuantas pelis. Unas pocas, porque nunca van a superar los cientos de números de Spider-Man que hemos leído los ñoños de hace diez minutos, y los miles que han leído los ñoños de hace una hora. Porque aquí viene la conclusión. TODOS hemos sido fans de hace cinco minutos.
Hace ya, parecen muchos años; estaba en una convención de historietas. Creo que la CONQUE del 96 de Stan Lee, no me acuerdo ya bien. Mi Maestro de dibujo era don Oscar González Loyo y andaba yo de "cola" con él. De repente don Oscar estaba platicando con el Maestro Roberto Fontanarrosa, y sin saber cómo ya estaba ahí un momento después don Sergio Aragonés. Yo tenía unos 19 años y estaba entre estos gigantes, que hablaban sobre los libros de referencia que habían comprado para dibujar. Estos portentos del cómic latinoamericano habían sido, hace 60 años, unos chamacos fans de hace cinco minutos que estaban aprendiendo a dibujar. Mi querido Todd McFarlane desde su hermoso Canadá había enviado cientos de muestras de su trabajo y fue rechazado cientos de veces. Fue un nerd de hace cinco minutos y hace unos meses publicó el número 301 de Spawn, que rompió el récord Guinness de más números de un título independiente publicados, ever.
Tuve suerte. Mucha suerte, de que me induje a este mundo por gusto, no por moda. No porque hay pelis (mi Batman fue el del '66) sino porque en mi casa había cuentos. Ni siquiera de superhéroes. Simplemente, había cómics. Y sí, leí el Capulinita, muchas veces. Era un cómic y en mis garras era para mí lo mismo que un Pájaro Loco y que fue después un Batman, o un Conan. Vaya, acumulé más de cien números de Spawn. No porque me vi teniendo una "colección" de Spawn, sino porque de verdad disfrutaba leerlo. Lo que me causa tristeza es que los nerds de hace cinco minutos de a de veras, mis sobrinos, están interesados en leer cómics que ya no pueden leer porque es un arco de veinte números con crossover de cinco títulos que además está basado en una de las películas. Porque es de colección y cuesta mucho más de lo que me costaba a mí hace veinte años y aún más de lo que le costó  aun Favreau hace cuarenta años.
El peor enemigo de un ñoño gordo es otro ñoño gordo que va a enfrentarte a ver quién sabe más y SyFy está transmitiendo The Great Debate donde ganan puntos los nerds por discutir cosas nerds que discutíamos hace veintitantos años en la fila de los autógrafos sin ánimo de "ganar" nada. Por amor al arte. Y el cómic está por morirse, aunque la pandemia podría matar al cine de superhéroes y eso sería lo mejor que le podría pasar a los cómics. Si no podemos ir al cine, vamos a ponernos a leer. Es triste que todo sea dinero, porque siempre lo hemos gastado, pero sin la Ley Rick, sin que sea porque puedo gastarlo, que sea porque me gusta. Porque hay tres ñoños: El ñoño que le gusta. El ñoño a quien convencen de que le gusta por sentirse parte de algo, y el ñoño (que no es tan ñoño) que te vende la idea de que es chido. El primero y el último, siempre han existido, el de en medio nació cuando el tercero lo convenció de que coleccionar es más chido que acumular. Porque la ganancia es inmediata, en cinco minutos. Mientras que acumular toma años. Años de amor a un medio, a un género, a un personaje.

Diego M. 
Ñoño gordo. Acumulador.
23/06/20

julio 24, 2020

La Muerte del Cómic. Parte II.

Los nerds, somos nerds. Es decir, nos gusta saber cosas, indagamos, investigamos, tenemos la cabeza llena de factoides inútiles. Eso nos llevó a nuestra propia condena. Nos sentimos seducidos por el lado oscuro de la fuerza donde los fans de hace cinco minutos nos subieron en ese pedestal de "este cuate sabe harto" y se acercaron al pirrurris del puesto fayuquero donde vendía puras cosas de "colección" que NADIE compraba (para qué, si en los otros stands de acumuladores los precios eran normales) y muchos cayeron en las garras de la moda de transformarse de simples acumuladores (admitámoslo, abiertamente, eso seguimos siendo) en, léase con voz de Sean Connery "Collectors". Nos engañaron (inserte meme de, 'fuimos timados') y desde entonces los nerds pasaron de ser simplemente the comic book guy de los Simpsons, que además eran bastante mal vistos todavía a finales de los noventa (todavía hay gente "normal" que se burla de los otakus) y pasaron a ser esta nueva estirpe de personas que, por cierto, ya se dice que "heredaron el mundo". Porque hay personas como Kevin Smith, Dave Filoni o Jon Favreau que están haciendo el varo con ambos mundos, los -pocos- nerds que quedan y los nerds de hace cinco minutos, cuando personas como Bill Gates o Steve Jobs ya lo habían logrado. Pero en fin.
Esos nerds de hace cinco minutos querían tener nuestra acumulación- oops, quise decir, colección de mugre y parafernalia en, bueno, cinco minutos. Así que el que tenía las posibilidades económicas para hacerlo, lo hizo; igual que el pirrurris fayuquero que "había visto estar güars desde niño" y los Reyes le trajeron monitos de Kenner en lugar de Lily Ledy, y su mamá vendía ropa americana en la cajuela de su coche (poque, ochentas), encontró un mercado que ansiaba entrarle a este mundo hermoso de magia y fantasía. Un mercado que cada vez fue creciendo y creciendo más y más. Para el 2001 cuando se hizo la primer convención de Star Wars en el parque Nacalli (léase gritando con sorpresa, el paque Nau.Ca.Lli) le dieron chance a José Joel (sí, el hijo de José José) de colarse la fila y tomarse fotos con jeremy Bullock y que le autografiara cositas que en ese momento compró, antes de que abrieran las puertas a la perrada, perdón, el público. Quienes, por cierto, reconocimos que la hermana estaba muy bonita y le gritamos y chiflamos por haberse saltado la fila (true story).
Hoy, casi todos los ñoños gordos de la vieja guardia ya no abrimos los monitos y tenemos una caja llena de Legos que no hemos construido. Convertimos los juguetes en algo no jugable y hemos traicionado nuestra niñez ochentera donde los Reyes nos trajeron G.I. Joes, He-Mans, Jedis, M.a.s.k., Transfomers y Thundercats en, uts, "coleccionables". Pero, Rick del Precio de la Historia lo explica genialmente en uno de sus episodios donde le llevan un artefacto invaluable (literal) y le preguntan "¡oye Rick, y entonces cuánto vale (cuesta)?" y Rick contesta lo que hoy se ha convertido en la Ley que rige el mundo de los famosos coleccionables: "Cuesta lo que alguien quiera pagar por él". Zaz. ¿Cuánto cuesta ese monito? Ah, pues es una edición limitada (de más de mil piezas, ¡miles!) y cuesta mil varos. En los noventa cualquier ñoño le hubiera dicho "gracias may" y se hubiera ido. Pero hoy, el ñoño de cinco minutos, que tiene mucho más que eso y está dispuesto a pagarlo, le dice "va que va" y paga esos mil pesos que NO VALE, pero él está dispuesto a pagar. La Ley Rick.
Porque hay una creencia entre los coleccionistas de "¿y si no lo encuentro después?" que es la misma creencia de hace veinte años, comprábamos porque quizá en la próxima convención no lo íbamos a encontrar. Pero no era muy común que compráramos para "ganarle" a otro, o bien porque, bueno pues si soy MEGAfan de Back To The Future TENGO que tener el Hot Wheels del DeLorean y voy a pagar lo que sea por tenerlo ¿y quién crees que se va a aprovechar de esa idea?... ¡el pirrurris fayuquero que los ñoños mandábamos al cuerno! Esa línea de pensamiento ha llegado a la calle ¡a la calle! donde el cuate que vendía monitos de segunda mano en la banqueta, afuera de la convención e incluso en los tianguis de las colonias y los mercaditos de segunda mano, incrementara sus precios porque ¡es que son coleccionables! y lo son, porque un nerd de hace cinco minutos está dispuesto a pagar lo que sea por ese Prince Xizor de Shadows Of The Empire.
¿Cómo afecta esto a los cómics? Los comics no son monitos ¿cómo se convierten los cómics en coleccionables? Todo comenzó en 1997...
El nerd de hace cinco minutos cree que todo comenzó en el 2008 con la peli de Iron Man (cuento que pocas personas leían en México), pero el ñoño gordo sabe que fue en 1997 con Spawn, que causó el más grande revuelo entre los ñoños GenExers y el año siguiente (1998) se concretó con Blade y llega a la cúspide con Blade II en el 2002 dirigida por el Señor Guillermo del Toro. Tanto Spawn como Blade, motivaron a los ñoños a ir a las convenciones a comprar parafernalia y media de sus personajes favoritos, sobre todo Spawn. Spawn fue el rey de las convenciones, en 1998 vino Todd McFarlane a la MECyF y las dos horas de fila que hice, para su autógrafo y dedicatoria, valieron la pena por completo. Hoy por cierto, ese autógrafo te cuesta las dos horas de fila, más un dinerito porque, qué creen, ya cobran por esas firmas. Sin dedicatoria porque ¿y cómo lo revendes si dice "for Diego"). Así han cambiado las cosas de los acumuladores a los coleccionistas.
En el 2001 los nerds también le dimos todo nuestro sueldito a Peter Jackson porque salió El Señor de los Anillos ¿les mencioné que los nerds de a devis LEEMOS?
Todavía aquí, los cómics, bueno los cuentos, no se han muerto. De hecho todavía no se mueren, pero están dando las peores patadas de ahogado. Tanto Spawn como Blade y obviamente Episodio I (con ayuda de Aliens VS Predator) impulsaron esta cultura ñoña en medios no-ñoños , para cuando comienza el nuevo milenio y con la caída de las torres gemelas, la gente normal ya estaba medio enterada de que había un mundo nerd en sus pantallas. De cine y de tele. Pero no mucho de lectura. El mundo nerd está basado muy firmemente en la lectura, razón por la cual los cuentos, el cómic vaya, se está muriendo.
Los nerds de hace cinco minutos se sienten Sheldon Cooper, porque la serie se estrenó un año antes de Iron Man y de hecho me tocó en la sala donde vi Iron Man un gordo que tenía de ringtone el tema de BBT. Neta, un nerd legit no va a tener de tono de teléfono el tema de BBT que sguramente ni siquiera hizo él mismo en Adobe Audition, sino comprado (pirrurris fayuquero) de la apple store, porque además, el nerd de hace cinco minutos es fan de apple. Pero, el ñoño gordo es, no tan secretamente, pirata. Compró los CDs de música de su anime favorito en CDs quemados, en la convención. Compró juegos de PC pirateados y además se sabía los cheat-codes. Yo nunca tuve PlayStation, pero vi docenas de ñoños comprar los discos pirateados en convenciones y en, obviamente, villa coapa. Para el 2008 que se estrenó Iron Man, había una legión de ñoños de hace cinco minutos que amaron Iron Man, pero que no se quedaron a ver la escena post-créditos, porque no estaba institucionalizada. Porque sólo los nerds veíamos todos los créditos. Porque eran factoides inútiles, porque, de eso están hechas las mentes de los nerds. Entre otras cosas.

CONTINUARÁ...

julio 23, 2020

La muerte del Cómic. Parte I.

Los coleccionistas y los fans del MCU son los culpables de la muerte de los cómics. Hay un dicho en México que dice que "el peor enemigo de un mexicano es otro mexicano" y aplica exactamente igual para el fandom. Este año cumplí mis buenos 43 años y fui durante la mayor parte de ese tiempo un leal y devoto fan de los cuentos, pepines, memines, chamacos, cómics para que entiendan los milenials y anexas que ni historia de la historieta saben, pero aman ese churrazo llamado Endgame. Comencé como todo GenExer con cuentos del pato Donald y el Pájaro Loco de las editoriales La Prensa, Novaro y una que otra MAC. Estoy familiarizado con términos como: Tamaño Águila y Avestruz. Mi "colección" de cuentos no es resultado de querer ser coleccionista. Lo fui, y en parte sigo siendo, no porque yo quisiera, no porque estuviera consciente de "hey, soy un coleccionista", es una simple consecuencia de ser sencillamente un gran amante del arte secuencial. Un vil fanboy.
Heredé algunos, como Vengadores y Cuatro Fantásticos, de Novaro. Compré muchos otros y nunca fue de golpe. Uno cada quince días, de vez en cuando. Cuando salíamos de paseo los domingos y pasábamos al puesto de revistas. No era ni mi religión ni mi obsesión. Era mi gusto y no era necesario en absoluto que hubiera yo leído el anterior ni leer el siguiente. Cada número contenía una historia en sí misma. Tampoco pasaba nada si era la parte dos de tres, ni la uno de tres y chin ya no conseguiste la que sigue. No eran caros, por el contrario, estaban impresos en papel vil de periódico en tres tintas y ya. Leíamos. Punto. El dibujo de John Romita, de Sal Buscema de innumerables anónimos en el pato Donald y Súper Tribi y los Archis de Dan DeCarlo que no sabía, ni me importaba, que fueran de Dan DeCarlo.
Los leí docenas de veces, y sí, se gastaron. Los guardé en cajas, apilados, nunca los metí en bolsitas ni en sobres de mylar (un material fatuo y farolón) y uno de ellos incluso lo vomité una vez que me dio una infección estomacal porque lo dejé en el suelo luego de leerlo por la noche. No pasó nada. Para cuando fui a la primer convención en 1995, aquí en México, ya tenía algunos acumulados. Ah caray, no se le dice así, se llama co-lec-ción. Porque las mamás los tiraban, porque teníamos apilados ahí todos esos cuentos que "ya leíste, pa'qué los quieres" aunque mi Malinda la verdad jamás me tiró nada. Éramos todavía nerds de comprar lo que nos gustaba, jamás lo que pensábamos sería "muy valioso con el tiempo" y ya había uno que otro que cuando vino Stan Lee para la CONQUE de 1996 le pidieron que les firmara el Wolverine 100 portada de holograma en lugar del Vengadores número 3 de Novaro.

Pero, gracias a esas hermosas convenciones, donde ¡nos regalaban cosas! en serio, te acercabas a un stand y con comprar un mugroso cuento común y corriente, "ten, un póster, unas tarjetitas ah y una revista conmemorativa de la convención" en otros stands ni siquiera tenías que comprar nada, pum, ahí te van unas tarjetitas y en aquel stand hay un gordito simpático tocando guitarra eléctrica y junto un stand chiquitín donde vendían pins de Star Wars bien perrones y si te llevas cuatro el cuarto es gratis, y compras ocho. Pero no pensabábamos: "para mi 'colección'", nel. Comprábamos lo que nos gustaba y en ese stand donde había un pirrurris petulante que te explicaba que su producto era de súper colección coleccionable único y envuelto en plumas de ángel NADIE IBA.
Ese era el asunto. Ahí tuerce la marrana el rabo. Léanlo claramente: No comprábamos donde vendían caro sólo porque era "de colección".
Pero, nunca faltó el nerd de bolsillo. El que apenas tenía cinco minutos de ser fan y ya quería tener las cinco cajas de cuentos que teníamos los demás. La acumulación de figuritas de McFarlane ¡que abríamos y sacábamos de su m*ldito empaque! El que sí caía en el garlito de la colección que para los demás era simple acumulación por consecuencia del tiempo que llevábamos siendo ñoños gordos. Y pudimos disfrutar durante unos cinco años de las mejores convenciones de México. Con precios que los gringos llaman de "retail", es decir, de la tienda, comunes y corrientes, a precio de güolmar para que se entienda. De hecho Hasbro vendía figuras en la Mole y en la CONQUE con un descuento, del 10%, del 15%, y ya no costaba (huy hace veinte años) $99 pesos, ahora podías comprarla en $80 u $85.
Esos nerds de bolsillo. Los que estaban ahí porque habían visto en TV Azteca una notita de veinte segundos que había una convención de, ejem, "cómics" (una vez me dijeron que aparecí caminando en el fondo de una entrevista, ja) que querían ponerse al corriente con los que teníamos años simplemente haciendo algo que nos gustaba, son los que comenzaron a arruinarlo todo. Las hermosas convenciones fueron el magneto de esos nuevos allegados que no sabían cómo entrarle  a este rollo que la mayoría teníamos años viviendo. Y somos co-responsables los ñoños gordos de la vieja guardia, porque nos subimos a un pedestal fatuo, desde el cual predicábamos para distinguirnos de esos posers, y en lugar de inducirlos, le dimos "picones" como se dice vulgarmente. Y muchos traicionaron al tazón azteca y se unieron a esos posers y se conviertieron en "coleccionistas", porque era un manto que investía de una admiración nerda, que francamente, no servía como para NADA.

Continuará...

Catch 22

Catch 22 está basada en un libro que no he leído y que no tengo ganas de leer. Pero la serie de TV está producida y en algunos episodios dirigida y actuada por George Clooney. Cuenta la historia de un piloto de bombardero de la segunda guerra mundial en los últimos días de la campaña contra las fuerzas del eje. Es una serie increíblemente hermosa, por su fotografía excepcional, su edición impresionante y una edición que nos deja boquiabiertos. El diseño de producción no se queda atrás, brindando una serie de época que se siente como 1944. Las actuaciones también son geniales, incluido Hugh Laurie.
Es una serie que mezcla de forma muy balanceada el drama y la comedia, y de hecho llega un momento en el que ambas suceden al mismo tiempo y mi cerebro explota con esas situaciones que sabes son increíblemente dramáticas, dolorosas, pero exactamente al mismo tiempo de un sarcasmo que muerde el funny bone y por fuera estás en shock mientras por dentro estás riéndote y preguntándote si deberías estar riéndote.
Hay secuencias enteras que me dejaron boquiabierto, es una chulada en cuestiones de lenguaje audiovisual, y la historia no es increíblemente trascendente, en cuestiones históricas, pero sí es muy profunda en cuanto a la exploración de lo que le sucede a esta piloto y las situaciones en las que se ve inmerso. Una verdadera chulada que nadie -a quien le guste este género- debería perderse.
Hace años que no escribía una reseña usando mi viejo sistema  de calificación:
Nachos con queso extra y una coca bien fría (quizá porque ya no tomo coca).
Palomitas grandes con harto chile y una coca bien fría.
Palomitas medianas y una coca.
Palomitas y una pepsi.
Palomitas chicas.
Catch 22 obviamente recibe sus nachos con queso extra, hartos jalapeños y un agua mineral bien fría.